Hace pocos días Darío Pinneaple hizo una reseña apoteósica sobre una película titulada El galán de noche que me dejó entre hacerme acordeonista callejera o ver la peli chutada de calmantes y escondida detrás del sofá. Le telefoneé de inmediato, y estas son las frescas que intercambiamos:
-Darío, soy Mina.
-¿De lápiz?
-Siempre haces la misma gracia.
-Hola, mamuasel.
-He visto tu reseña.
-¿Por la calle? ¿La saludaste?
Silencio de mi parte, risitas comprimidas por parte de Darío.
-Me dejas de piedra. ¿Es tan chunga?
-Yo no he dicho eso. He dicho que deseaba que acabase desde el minuto 28, lo cual es en realidad lo mejor que podría ofrecer una película, hacía siglos que ninguna peli me producía emoción alguna.
-Ya... pero la emoción no era buena.
-Es la mejor película del mundo precisamente por eso, al menos sentí algo. Es diferente a todas. Me tenía absorbido y aterrado, me produjo picor en la nariz y en el bajo vientre.
-No sé cómo interpretar eso. No la veo, que paso miedo.
-No es de miedo, solo desconcierto y sensación de carraspera.
-Que no me la veo.
-Es más bien una peli angustiosa con poderes hipnóticos, te replanteas tu vida y la del vecino del quinto en cuanto acaba.
-Darío, basta. Quiero ir a ver la peli de los Planetas, si eso.
-Ni muerto me metes a esa. Yo recomiendo ver El galán de noche. Es lo mejor que he visto en el cine.
-¡Pero si la has visto en tu casa!
-Mejor me lo pones. El hecho de no tener galán de noche y contrastar mi casa con la de la peli, ese vacío junto a mi cama, llega a provocarme alucinaciones y me pregunto cómo he sobrevivido hasta ahora sin tener un lugar donde exponer mi ropa, usada o elegida para el día siguiente. Además, desde que la he visto, metabolizo mejor los guisantes.
-Mira, tío, no me gustan los galanes de noche, mi abuelo tenía uno y una vez lo metió en la cama con mi abuela para que pensase que seguía ahí mientras visitaba a la del tercero...
-Se han tratado temas parecidos, pero nunca el suceso inhóspito de El galán de noche. Es una cinta con la que llegas a sentir lo que podría pasarte sin que te pase nunca nada. Es que no te puedo contar más, que te desvelo la cosa en sí, que es lo más eso que nunca tal.
-Creo que voy a escribir sobre esto, Darío, empiezas a darme miedo.
-Si eres honesta contigo misma, deberías ver la peli primero. Y por supuesto, te prohíbo que me cites en tu escrito. Si quieres una cita, eso es otra cosa. Podemos quedar para ver la peli. Solo tienes que verla, aunque no quiero estar relacionado si te causa un trauma de por vida, Eres tan maja, que sería una pena...
-Pero, ¿cómo puedes ser tan plasta?
-¡Pero si me has preguntado tú! No voy diciéndole a todo el mundo que es un filme agónico inexplicable, mucho menos que la vean si no están preparados. Hay casos de gente que ha muerto viendo un filme.
-Claro, Boris Vian, sin ir más lejos. Hicieron una peli sobre su libro Escupiré sobre vuestras tumbas sin tener en cuenta su parecer, y el pobre la cascó viendo proyectada aquella bazofia. ¡Y yo nunca veré El galán de noche, Pineapple, me niego absolutamente!
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Darío Pinneaple esperando junto al Kebap, haciendo alarde del título de su nuevo filme favorito |
-Nadie debería cerrarse a sentir, y eso es lo que haces, Mina, cerrarte a abrir esa puerta que te ofrece
El galán de noche y ver qué pasa. Puede que todo siga igual, puede que te conviertas en una ortiga, que te salgan pezuñas, o que no puedas volver a pegar ojo hasta los sesenta y tres. Ahí está la gracia
-Lo más parecido a un galán de noche que conozco eres tú, Darío, ya tengo bastante con eso. Creo que te debo una pizza o un kebap. Déjate de rollos.
Quedamos en la pizzería-kebap de la esquina y lo único que pudo frenar la incontinencia verbal de aquel auténtico galán de noche fue un atragantamiento y el rapapolvo de la trabajadora del SAMUR, que le recomendó no hablar al comer, ni siquiera sobre aquella película de culto que también ella conocía.