"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


9/17/2024

Mentiras arriesgadas o el retorno al pueblo de Pili Grossa

Ayer, mientras nos hacíamos la pedicura mutuamente, mi prima Pili Grossa filosofaba sobre el peligro de las mentiras, aun cuando son bienintencionadas. "Sin ir más lejos", me decía, "un vendedor de artilugios de cocina a domicilio con el que había flirteado me llamó después de ocho meses de venderme un cortacanapés eléctrico, y me ofreció una cita de 4 de la tarde a 10 de la noche."
Pili ni siquiera recordaba su rostro "solo algunas pecas traviesas", me dijo, y el hecho de que andaba liada con un polémico crítico cultural le hizo pensarse si quedar con él o no. "Como seis horas me parecían too much, le dije que lo ajustábamos a treinta minutens porque estaba viviendo ahora con mi tía Reme, la del pueblo. En el propio pueblo. Aunque tú y yo sabemos que nunca he salido de esta ciudad". Le propuso quedar a tomar una horchata junto a la estación de autobuses (que Pili no había utilizado en la vida) para volverse luego al pueblo que no existía. A cuidar a la Reme. Que tampoco. 
La conversación en torno a estas trolas se desarrolló de la siguiente manera:

Pili y el vendedor de utensilios durante la conversación en torno
a las trolas, donde Pili se cambia de modelo y peluca varias veces
Vendedor: Te llevaré luego al pueblo.
Pili: No, si está lejísimos.
Vendedor: No tengo nada que hacer.
Pili: Yo sí. Acostar a mi tía.
Vendedor: La acostamos juntos.
Pili: Debo ir en bus.
Vendedor: Soy tu chófer.
Pili: (en el pensamiento: tú lo flipas) Debo usar el abono, que caduca.
Vendedor: Lo renovamos.
Pili: Una horchata y ya otro día, si eso.
Vendedor: Como veas.
Pili: Cristalino como el agua. Media horita.
Vendedor: Ya veremos...
Se encontraron en la horchatería. El tipo casi se cae de culo al ver su bronceado y Pili se llevó una grata sorpresa. Era fornido y decía disparates sin parar, justamente su tipo. Hicieron gárgaras y se metieron pajitas por las narices al estilo gilipollas, practicaron el moonwalker recordando la infancia y hasta hicieron el "ay que sí, que no, que síiiiii" al ir a darle el dinero al camarero por las horchatas.
Por principios y más bien por ocultar su trola inicial, Pili se despidió fastidiosa para irse al bus. Él insistió con lo de llevarla al pueblo, pero ella, que no. (¡A dónde iba a llevarla!) "Pues te acompaño al autobús". Pili dudó si confesar que no había ni pueblo ni tía, pero su orgullo la hizo continuar hacia la plataforma cuatro, por decantarse por una. 
Paco y Pili, despidiéndose de modo informal
en la Estación de Autobuses de Moncloa

El cielete vendedor no se le despegaba "¿Es ese?", la preguntó, y ella asintió sin más. VILLAMANRIQUE DE TAJO. "Ese es, tú vete, que ya me subo yo". "Quiero decirte adiós y verte ir. Es romántico". Tenía una sonrisa encantadora, por algo le compró el cortacanapés en su día, que era un churro. 
Pili quería volver a verle, así que  siguió con el teatro por no quedar mal y tuvo que subirse al bus hacia Villamanrique, pagar cinco con diez, y ponerse en la ventana para que Paco la viese bien. 
El bus arrancó y ella mantenía una sonrisa de Gioconda que encerraba tacos muy fuertes y preguntas como "¿qué cojones hago aquí? o ¿Seré gilip...?"

5/24/2024

El galán de noche

 Hace pocos días Darío Pinneaple hizo una reseña apoteósica sobre una película titulada El galán de noche que me dejó entre hacerme acordeonista callejera o ver la peli chutada de calmantes y escondida detrás del sofá. Le telefoneé de inmediato, y estas son las frescas que intercambiamos:

-Darío, soy Mina.

-¿De lápiz?

-Siempre haces la misma gracia.

-Hola, mamuasel.

-He visto tu reseña.

-¿Por la calle? ¿La saludaste?

Silencio de mi parte, risitas comprimidas por parte de Darío.

-Me dejas de piedra. ¿Es tan chunga?

-Yo no he dicho eso. He dicho que deseaba que acabase desde el minuto 28, lo cual es en realidad lo mejor que podría ofrecer una película, hacía siglos que ninguna peli me producía emoción alguna.

-Ya... pero la emoción no era buena.

-Es la mejor película del mundo precisamente por eso, al menos sentí algo. Es diferente a todas. Me tenía absorbido y aterrado, me produjo picor en la nariz y en el bajo vientre.

-No sé cómo interpretar eso. No la veo, que paso miedo. 

-No es de miedo, solo desconcierto y sensación de carraspera. 

-Que no me la veo.

-Es más bien una peli angustiosa con poderes hipnóticos, te replanteas tu vida y la del vecino del quinto en cuanto acaba.

-Darío, basta. Quiero ir a ver la peli de los Planetas, si eso.

-Ni muerto me metes a esa. Yo recomiendo ver El galán de noche. Es lo mejor que he visto en el cine.

-¡Pero si la has visto en tu casa!

-Mejor me lo pones. El hecho de no tener galán de noche y contrastar mi casa con la de la peli, ese vacío junto a mi cama, llega a provocarme alucinaciones y me pregunto cómo he sobrevivido hasta ahora sin tener un lugar donde exponer mi ropa, usada o elegida para el día siguiente. Además, desde que la he visto, metabolizo mejor los guisantes. 

-Mira, tío, no me gustan los galanes de noche, mi abuelo tenía uno y una vez lo metió en la cama con mi abuela para que pensase que seguía ahí mientras visitaba a la del tercero...

-Se han tratado temas parecidos, pero nunca el suceso inhóspito de El galán de noche. Es una cinta con la que llegas a sentir lo que podría pasarte sin que te pase nunca nada. Es que no te puedo contar más, que te desvelo la cosa en sí, que es lo más eso que nunca tal.

-Creo que voy a escribir sobre esto, Darío, empiezas a darme miedo. 

-Si eres honesta contigo misma, deberías ver la peli primero. Y por supuesto, te prohíbo que me cites en tu escrito. Si quieres una cita, eso es otra cosa. Podemos quedar para ver la peli. Solo tienes que verla, aunque no quiero estar relacionado si te causa un trauma de por vida, Eres tan maja, que sería una pena...

-Pero, ¿cómo puedes ser tan plasta?

-¡Pero si me has preguntado tú! No voy diciéndole a todo el mundo que es un filme agónico inexplicable, mucho menos que la vean si no están preparados. Hay casos de gente que ha muerto viendo un filme.

-Claro, Boris Vian, sin ir más lejos. Hicieron una peli sobre su libro Escupiré sobre vuestras tumbas sin tener en cuenta su parecer, y el pobre la cascó viendo proyectada aquella bazofia. ¡Y yo nunca veré El galán de noche, Pineapple, me niego absolutamente!

Darío Pinneaple esperando junto al Kebap,
haciendo alarde del título de su nuevo filme favorito
-Nadie debería cerrarse a sentir, y eso es lo que haces, Mina, cerrarte a abrir esa puerta que te ofrece El galán de noche y ver qué pasa. Puede que todo siga igual, puede que te conviertas en una ortiga, que te salgan pezuñas, o que no puedas volver a pegar ojo hasta los sesenta y tres. Ahí está la gracia

-Lo más parecido a un galán de noche que conozco eres tú, Darío, ya tengo bastante con eso. Creo que te debo una pizza o un kebap. Déjate de rollos.

Quedamos en la pizzería-kebap de la esquina y lo único que pudo frenar la incontinencia verbal de aquel auténtico galán de noche fue un atragantamiento y el rapapolvo de la trabajadora del SAMUR, que le recomendó no hablar al comer, ni siquiera sobre aquella película de culto que también ella conocía.



3/22/2024

Cartelera cultural: El largo viaje a Bordó

Título: El largo viaje a Bordó
Género: Histeria
Duración: el largo viaje
Director: Jesús Calleja
Idioma: español con subtítulos cuando habla gente local
Reparto: El mismo elenco que en La Casa de Papel
Banda sonora: Day tripper
Productora: S-ALSA

Rhonda y Klaus se conocen en la performance de un famoso performer y terminan performando juntos en una cama de 1'90. El encuentro los sume en una nebulosa de enamoramiento y se lanzan a ir de viaje a Burdeos en el puente de la Almudena. Sin embargo, Klaus pone una difícil condición: pronunciar Bordeaux como los franceses, es decir, "Bordó". Este duro reto no lo consiguen hasta el puente de mayo, porque Rhonda tiene dificultades con los idiomas y Klaus tiene frenillo en la lengua. 

El 1 de mayo a las 7 de la mañana cogen un autobús a Donosti que llega a su destino a las 8 de la tarde, después de parar en todas las gasolineras, pueblos y capitales de provincia del país. Rhonda está desfallecida pero Klaus la anima diciendo que quedan solo tres horas de camino y que a las 11 de la noche estarán performando en su apartahotel de Bordó. 

Rhonda y Klaus, en el primer área de servicio
a 1 km de San Sebastián, ignorantes de lo que se
les venía encima

La ilusión se desvanece cuando suben al nuevo autocar y descubren pegatinas del mundial 82 aún pegadas en las ventanas, asientos rajados de hace cien años, y olor máximo a humanidad. La carraca parte de la estación de autobuses y kilómetro y medio más allá se detiene a repostar en un área de servicio. "ARRETE" dice el conductor tan contento, indicando que se bajen todos a cenar. Los pasajeros bajan sin dar crédito y abren las tarteras a regañadientes. Dos hipsters pamplonicas se acercan a los protagonistas para felicitarles por su atractivo y confiesan que se apearán en Bayona. Klaus se  burla preguntándoles por qué no han ido directamente desde Pamplona, y ellos tienen que confesar que haciendo aquel cambio en Donosti ahorraban 7 euros. Rhonda pellizca a Klaus en la nariz por su arrogancia y su relación peligra durante unos minutos de película, hasta que vuelven al autobús y se reconcilian, acurrucándose entre niños que berrean y abuelas que reparten cuscús. 

Al rato, el autobús hace parada en un pueblo vascofrancés, Rillete de Goritzia, donde queda atascado en una callejuela del casco urbano. Varios tipos con chapela francesa salen a reconducir el vehículo, desmontando a pelo, para ello, parte de la carcasa delantera de 1986, que se queda de recuerdo en el pueblo. Tan campante, el bus destartalado parte de nuevo, para llegar a las dos de la madrugada a Bayona. Varias personas aplauden y los navarros bajan desesperados y besan el suelo, como el Papa. Klaus aún es capaz de soltarles alguna mofa por torpes y uno de los hipsters se venga, gritándole "hemos dicho antes que erais atractivos, pero la verdad es que solo lo es ella". Klaus se queda descompuesto y deja que Rhonda le consuele prometiéndole performances novedosas a su llegada a Bordó.

Rhonda y Klaus, aterrorizados en el
autobús del infierno,  pintados con acuarela
por el pasajero de delante
Cuando parece que ya solo queda ponerle música a un final redondo, el conductor del bus es incapaz de salir de Bayona, y vaga por sus calles tratando de encontrar la salida, generándose una nueva escena terrorífica: tira por un sendero que se estrecha y el bus vuelve a quedar atrapado en mitad de un enorme y frondoso bosque francés. Una mujer libanesa llama a sus papás para despedirse, dos hombres tratan de cargarse al conductor, los bebés -hay varios- vomitan al mismo tiempo. Rhonda y Klaus solo le dan al amor. Varias pasajeras vascuences bajan a resolver el tema, y acaban desmontando la carcasa trasera, lo que les da una nueva oportunidad de salir de allí. 

La escena final es la de un autobús con el aspecto de un amasijo de hierros llegando a Bordó a las siete de la mañana, lleno de gente deshidratada y en pánico. En los créditos finales, escenas de los navarros enrollándose en los parques de Bayona, Rhonda y Klaus teniendo un accidente de bicicletas de alquiler y performando incansablemente, la chica libanesa discutiendo con su anciano padre, el conductor siendo llevado con camisa de fuerza por las autoridades, y los protagonistas de nuevo volviendo, esta vez en avión, a la capital.

Tierna, aterradora, cansina, deshidratante y malolinete, esta película de género fluido podría quitarle la vida a cualquier enfermo del corazón.

3/09/2024

La cita circular con Stuart Wilson, el queso irlandés

Stuart, el queso irlandés, en COU
 Hace unas semanas contacté con Stuart Wilson. Mi prima Pili Grossa me dijo que había vuelto al país para dedicarse a criar ovejas y que estaba viviendo en Almagro, Ciudad Real. Stuart se puso contentísimo con mi llamada y me pidió que fuera a pasar el día al campo con él porque no podía dejar solas a sus ovejas. Claramente aquello era una cita porque, desde que vino a estudiar COU de intercambio hace veinte años, siempre nos habíamos gustado.

Me acicalé como nunca, recordando que le llamábamos "el queso irlandés" porque era apuesto y pelirrojo, aunque ambos adjetivos en principio sean opuestos, y me subí al tren de la mañana. El AVE iba lleno de gente dando palmas y armando barullo pero, al bajar en Ciudad Real, no había un alma ni una voz. Solo un tipo barbudo y cascado en un banco, con una enorme sudadera y pantalón de pana que no pegaban ni con cola. Al verme, dio un salto hasta mí. "¡Mina, Mina, Mina!" Pues parecía que era él, y me achuchó con desesperación. Me montó en una vieja vespino para irnos a sus tierras en Almagro, sin cascos ni nada, y, mientras me mantenía abrazada a él, busqué como loca en su cabellera castaña y canosa algún resquicio de pelo rojo, o alguna peca en su piel madura. Ni rastro. Solo su naricilla respingona me daba la pista de que era Stuart Wilson, el queso irlandés. 

Stuart en 2024, en la estación
de Ciudad Real

Después de una hora de paseo con sus ovejitas, que a penas nos permitían avanzar porque Stu les daba "chuches para perros" a cada paso, y ellas se lo sabían, nos fuimos a tomar algo a la plaza del pueblo. Mientras me contaba teorías sobre engordar a las merinas para sacar más lana, yo seguía buscando al viejo joven Stu entre la barba y el atuendo, y me daba cuenta de que oírle hablar me daba dolor de cabeza. Me agobié pensando que no tenía escapatoria y, sin saber cómo, me puse el móvil en el regazo y le envié este mensaje: 

ESTOY CON UNA CITA EN TU PUEBLO. RESCÁTAME. 

Al segundo se oyó un pitidito en su móvil y paró el monólogo, girándose para mirar disimuladamente y leer el mensaje que yo acababa de mandarle. "Me vas a perdonar, Mina, pero tengo que ir a socorrer a una amiga que está en apuros. Gracias por venir". Y se largó con viento fresco en su moto de pacotilla. Yo tuve el descaro de decirme en alto "qué sinvergüenza".


Al rato llegó él de nuevo, peinado para atrás, con la barba recortada y oliendo a jabón de Marsella, con otro atuendo más atinado. Abrió los brazos, nos besamos y me preguntó qué hacía allí. "No sabes bien, he quedado con un antiguo compi de instituto, uno que vino de intercambio. Desmejorado a tope, no callaba, y ahora le ha dado por ser pastor..." Comenzamos a recordar los tiempos del instituto y me llevó a un parque muy bonito y me contó que iba a clases de claqué. Trató de hacerme un pasito allí mismo, y al repiquetear los pies contra el suelo, se hizo un lío y se cayó de bruces. Tuve que levantarle con ayuda de dos mujeres de Cáritas que estaban con la hucha. Aquello fue demasiado y no me quedó otra que ponerle otro mensaje de socorro. Él lo miró a escondidas y se largó de nuevo para volver vestido de escalador, con bigote. Le conté todo lo ocurrido y me llevó al monte, donde me enseñó a hacer los nudos de escalada más importantes y cómo ponerme los pies de gato. A la media hora me dolía la cabeza con tanta teoría e hice de nuevo la jugada. Y otra. Y otra más. Él apareció vestido de hombre de negocios, en otra ocasión me presentó a su abuela, y en otra se plantó allí con un autocar lleno de jubilados. Consiguió aburrirme todas las veces y al final tuve que llamar al panadero de debajo de casa y decirle que me sacara de Almagro y de la provincia de Ciudad Real. Aquella cita circular me afectó seriamente porque el Stu de mis sueños era claramente el de mis sueños, y aquel Stu y todas sus versiones, no. Y el panadero, aunque se lo curró aquel día, tampoco. 

Stu, en su última versión,
como conductor de autocares Julià

2/29/2024

La misteriosa postal de Samantha Fox



 El otro día recordé con emoción que tengo un buzón para el correo, y fui directa a abrirlo impacientemente. Tenía la corazonada de que podría encontrar algo más interesante que publicidad de audífonos o de croquetas rellenas de pizza. Y la verdad es que me llevé varias sorpresas. 

La carísima muestra de crema
"Cutis de Ángel"
Por un lado, había unas muestras de crema milagrosa "Cutis de ángel" (emplearé otro post para relatar las consecuencias de impregnar tu piel con algo que tiene el aspecto de caca de ave). También había una factura del teléfono fijo, de 2017, que ha quedado súper vintage enmarcado en la pared de la entrada. Por último, me esperaba una postal muy atrevida de Samantha Fox en 1986, pero no dirigida a mí, si no a un tal Archie Lemur, de parte de Troy Williams, de Clevaland, Ohio. La carta me subió de veras los colores y decía así: 

Querido Archie, 

hace tiempo que no sueltas prenda sobre tu vida, me pregunto qué haces, viejo zorro, en esa ciudad mexicana que has elegido para vivir, Madrid. 

Troy y Susan junto a la cabaña,
después de haber inhalado helio,
hablando como Alvin y las Ardillas
(en la foto no se aprecian las voces)

Te escribo desde Rocky Creek, donde una mujer muy ardiente me ha traído a pasar unos días. Te confieso que me metí en una de esas aplicaciones de citas sin ninguna esperanza, con esta edad que tenemos, mi calvicie, la sordera y mis problemas de próstata. Pero hicimos match y nos encontramos en el parking del Mall de mi pueblo. Desde entonces, nada la ha detenido. Tiene solo cinco años menos que yo, pero la energía de todas las jovencitas que suman su edad (tres de veinticinco). Me lleva a hacer actividades sin descanso y he vuelto a tener agujetas por todo el cuerpo. Ahora me tiene aquí, desde el viernes pasado, en su cabaña de Rocky Creek, y hemos hecho cosas que pensé que no volvería a hacer en esta vida (inhalar helio, fumarnos un canuto y ya sabes qué... ¡Sí, ya lo sabes, viejo zorro amigo mío!)

Espero que me libere para participar en el campeonato de brisca canadiense del pueblo y encontrarme allí contigo si te animas a cruzar el charco para la ocasión. También está clarísimo que puedo morir entre tanto mambo number five, pero si muero, lo haré con una fina sonrisa de felicidad. 

Te quiere, 

Troy

Creo que la postal es de hace tiempo. No tengo ni idea de cómo llegó a parar en mi buzón, pero es lo más auténtico que ha caído en mis manos últimamente, entre tanta enajenación digital. Estoy tentada de escribir a Troy para curiosear, pero el panadero de abajo opina que no debo entrometerme. 

1/31/2024

Llamada alarmante

-¡Mina, hoy es su cumpleaños!

Era China Town, a las tres de la mañana, llamando a mi casa, ronca perdida.

-¿Te das cuenta de la hora que es? ¡Me has arruinado la fase REM del sueño!

-Déjate de excentricidades, Mina.

-¿Te refieres a Gavilán Palomo?  - ¿De qué sabía ella que era el cumpleaños de Loreto Tinoco, aquella mujer de más de 50 que se coló en unos cursillos para menores de 20 en Mirroque de Mar hace mil veranos?

-Bueno, resulta que es funcionaria de Hacienda y un tío muy bueno que he conocido esta noche trabaja con ella. ¿Sabes cuántos cumple?

En mi cabeza aparecieron cientos de cálculos que solo consiguieron volverme loca.

-Verás, para calcular la edad de alguien que es bisnieta de Tutan Kamón, sobrina nieta de Abraham, abuela sexta de Teresa Rabal, hermana del escudero del Cid Campeador, alguien que es la Piedra Roseta, la dama de Elche, un pirulí de la Habana en 1945, la creadora de la Torre Eiffel, un ladrillo del Taj Mahal, los restos del Arca de Noé, pollo asado de hace dos semanas, mayonesa pasada, pasas de California, castañas pilongas…

-¡Basta de fábulas, Mina! ¿Quién eres, Rabindranath Tagore? – Me paró los pies, agotada de oírme-. ¡Esa pájara cumple cuarenta!

La joven Loreto en
Mirroque de Mar en 1999
La mandíbula se me desencajó y reconozco que dejé escapar un cacareo, crié ojeras y perdí un mechoncito de pelo. Gavilán Palomo tenía solo algún año más que nosotras en 1999? ¿Pero es que no tenía 53 entonces?¿Tenía solo 23? Se me agolparon recuerdos y preguntas del por qué de sus canas, de su nariz de boniato old style, sus expresiones de abuela, sus pechos desinflados hasta el ombligo, aquellas gafas decimonónicas, la ropa del siglo XVIII, las piezas de quita y pon de su dentadura, sus pies con garras…era imposible ver ningún atisbo de juventud, o más bien no reconocer en ella a LA YAYA.


-Estate tranquila, Mina. Piensa que, con que se haya quedado como estaba, seguirá pareciendo tener 80 años más que nosotras. Mi amiguito asegura que han querido jubilarla varias veces y es solo el carnet de identidad lo que se lo ha impedido-. Tengo que dejarte, reina...

China cortó, absorbida por una aventura de veinticuatro horas, claramente. De pronto me sentí aliviada. Imaginaba a la vieja Gavilán tratando de multar a todas las personas a las que atendía en Hacienda bajo su voz de pájaro carpintero afónico y su sabiduría sumeria, inventada por ella misma. Mi cumpleaños también se aproximaba y me dejé llevar por la superficialidad tranquilizadora de saber que hay personas que parecen mucho más viejas de lo que son. 

8/31/2023

La dentadura estival de Agatha Christie

Nativos de Mirroque peleando por llevar mis maletas
Hace unos días estuve a Mirroque de Mar, donde pude volver a sudar como un pollo almidonado y bañarme en agua caldosa como sopa de ese mismísimo pollo. Qué agradable sensación volver allí, lejos de mi rutina como negra literaria a tiempo parcial. Llegué en el autobús de la mañana y varios jóvenes nativos se abalanzaron a ayudarme con la maleta, haciéndome sentir como si tuviese quince años menos. En seguida descubrí que se trataba de simples taxistas del pueblo que querían sacarme la pasta. Eché a rodar cuesta abajo a pie, camino de la pensión Mimbrerroque II, en cuarta línea de playa. Iba tan asfixiada por el camino que algunos pequeños gritaban desde sus frescos balcones: "¡Un pollastre andando al caloret!" 

Llegué a la pensión, dejé la bolsa sobre la cama de mimbre y bajé a refrescarme al patio-bar, donde una mujer bella, mayor, teñida y algo pícara, parecía esperarme providencialmente. "Aló" susurró, echando humo de un pitillo allongé. "Soy Mina" le dije, "¿Mina Patuco?" respondió. Asentí y arqueó las cejas, yo mostré sorpresa y ella suspicacia, luego yo curiosidad y a continuación, ella misterio. "¡Déja ya el diálogo facial, por Dios!" la espeté, "¿se puede saber quién eres?" "Me llamo Agatha Christie" Por supuesto, Agatha mentía. Como mucho, se llamaba Asun, pero no la quise contrariar.


En tan solo varias horas de la tarde, me habló de su vida de artista no definida, y de cómo había llegado hasta Mirroque, tratando de sacar adelante un gran proyecto. "¿Cuál?" le pregunté, y me contestó que no podía explicarlo, dadas las dimensiones del mismo. "Es tan grande, que no se puede expresar con palabras". El misterio la rodeaba, pero era divertida y cada vez que yo soltaba una gracia se tapaba la boca como una japonesa, como si practicase una timidez que os aseguro no ejercía de ninguna otra forma. "Soy la reencarnación de Patti Smith" me dijo. "Pero si está viva" le aclaré. Y se tronchaba de nuevo a la japonesa.

El vendedor de sandías
vasco despidiéndose con
un acalorado agur
Aturdida por tanta conversación me fui hacia la playa. Por el camino, compré media sandía a un nativo, solo porque era el tipo más atractivo que había visto en mi vida y le habría comprado chocolate caliente a cuarenta grados si me lo hubiese ofrecido. "No te engañes" susurró una voz a mi lado que reconocí casi enseguida. Era Agatha Christie, a la que había dejado hacía diez minutos en el hostal. Su cara hipermaquillada me desató el hipo. "Ese chico parece nativo, pero es solo uno de esos vascos que vienen buscando el caloret". Volvió a reír traviesamente y a taparse la boca a su modo japonesil. Al alejarnos, miré de nuevo al vasco, tratando de encontrar alguna pista que confirmara aquella información, y ciertamente aquellas cejas y su enorme nariz, así como un bucólico "agur" lo hicieron ipso facto. 



Agatha después de ser
abofeteada por una ola
Llegamos a la playa con la sandía, y Agatha tardó cinco segundos en quedarse en monokini y hacerme ver que las mujeres, a los 45, aún tienen cuerpos atractivos. Yo parecía una ternera blanca y blanda a su lado, así que corrí a esconderme en el mar, seguida de la artista pureta. "Podemos jugar a Marco Polo pero con mi nombre" me dijo. Aquello fue el colmo del descaro, pero acepté y pasamos la siguiente media hora con el "¡Agatha!" "¡Christie!" a ojos cerrados, a lo cucú-tras acuático, hasta que pude capturarla. Entonces, volvió a mondarse de risa, esta vez sin darle tiempo a taparse la boca porque una olaza le abofeteó la cara. Al reponerse y hablarme de pronto sobre el nuevo alcalde de Mirroque , algo en ella había cambiado.  No vocalizaba bien y descubrí que tenía varios huecos en la boca donde antes había dientes. "¡Ay, su padre, que el mar se ha llevado mis puentes!" Nos lanzamos como locas a la búsqueda de las piezas dentales, con mucho más ahínco que jugando al Marco Polo de Agatha Christie, pero sin ningún éxito. Luego le volvió la carcajada como un calambre y me dijo que su gran proyecto le cubriría aquello y mucho más, dejándome mucho más tranquila. Era fácil estar tranquila con Agatha al lado, al tiempo que era absolutamente imposible creer una sola palabra de las que salían de su sensual e incompleta boca de artista.