"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


5/31/2016

Cartelera cultural: Pata de camello.

Título: Pata de camello. (Pesadilla en el gimnasio)
Género: Thriller terrorífico familiar
Duración: No se sabe hasta que no la vea alguien completamente y cronometre.
Director: Pedro Ruiz "el Otro"

Productora: PiCHICHI producciones
Actores: Remedios Carnaby en el papel de Minesotta Perales. Pluto Smith como Antoine.

Minesotta Perales coincide por casualidad con su vecino Antonie en el ascensor del edificio, y él aprovecha para presentarse y contarle todos los entresijos de su vida, llamándole además "reina", "cariño" o "princesa".
Al día siguiente, Antonie la saca de la cama a las 8 de la mañana, pidiéndole que se calce unas mallas prietas y una camiseta corta. La tensión y el misterio se hacen patentes hasta que llegan, cantando a Juanes, al gimnasio donde él trabaja como monitor de zumba. En un arrebato de sinceridad, Minesotta le aclara que ella no ha hecho deporte desde 1999, en que ayudó a levantarse a un anciano que se había caído por la calle. Después de hablarla de nuevo sobre sus últimas seis relaciones y su perrito caniche, Antonie le aconseja meterse a clase de Pilates, y la despide con dos besos. 
La secuela de Pata de Camello está rodándose.
En ella, Minesotta acude a una corrida de toros
donde se verá amenazada por otro tipo
de visiones.
Al entrar en la clase, todo parece normal: mujeres en mallas mirando hacia un monitor cachas. Minesotta toma posición, y el primer flashazo violento llega a través del espejo que tienen de frente: todas las mujeres, incluida ella misma, van marcando hucha. Hucha de alante. Minesotta había aprendido cómo llamaban aquel efecto los yankis cuando estuvo estudiando COU en Virginia: PATA DE CAMELLO o camel toe. El monitor comienza un estiramiento sencillo y todas las mujeres de la clase están encantadas, mientras Minesotta no puede soportarlo. Trata de ahuecarse las mallas, bajarlas un poco, pero no hay manera. La pata de camello la persigue, y se ve rodeada de otras tantas. Hace la clase mareada, tratando de no decepcionar a Antonie. El monitor cachas, sencillamente, finge no ver nada. ¿Es que sólo ella percibe en el espejo aquel espectáculo? 
Al acabar la clase, Minesotta espera a Antoine en un banco de la recepción del gimnasio, donde decenas de patas de camello se pasean delante de sus narices, alternando con pantalones de algodón sueltos para la mayoría de los hombres y, muy de vez en cuando, un paquete prieto nada espectacular. Su mareo se agudiza perseguida por aquellas dos palabras que aprendió en el viejo continente, y sentada cabeza abajo, y a ojos cerrados, la mano de Antoine la sorprende y la hace gritar impulsada por una fuerza incontrolable: ¡¡PATA DE CAMELLO!!
Todos quedan petrificados y Minesotta espera un linchamiento masivo de mujeres con pata de camello. Pero no ocurre. Simplemente vuelven a la normalidad sin entender nada. 

Críticas:

Revista Vaujuan: "Sin duda esta película supone una masterclass de gramática inglesa, ahora sé lo que significa camel toe, más allá de su significado anatómico animal".
Vago's Magazine: "Es una feroz muestra del daño que hace ir al gimnasio".
Revista Fuerte y feminista: "Conseguiremos que la malla masculina sea una prenda trendy, y entonces, veremos si pata de camello o morcilla de burgos". 
Revista Amigos de los animales: "No hay derecho a que utilicen la patita de un animal tan noble como un camello para referirse al chichi. Tomaremos represalias." 

**Para los afectados por el mal del Camel Toe, por favor, tómese nota: camel tame

5/27/2016

ME LARGO (de nuevo)

No llegué a contaros los motivos por los que dejé la clínica podológica donde trabajé (entre otros) hasta hace un par de meses, y hoy he encontrado este relato, que escribí muy confiada después de mandarlo todo a paseo. Dice así:

Al fin reniego de mi trabajo de lunes, martes y viernes. La podología no es lo mío, ni la "estetiSIÉN" tampoco. Llevaba algo de tiempo tratando de decirle a Joe Wang, mi jefa, que quiero largarme de aquí. Me sentía mal, culpable, como si le fuese a hacer la faena del siglo. Pero al fin se lo dije: "Joe Wang, que quiero dejar esto". Joe me clavó su mirada profunda y oriental y me dijo: "¡Claro! ¡Haz lo que te venga en gana!" Luego eructó y dijo "¡salud!". Entonces, tentada por la idea de recular en mis palabras, vista la poca importancia que me brindaban después de darlo todo durante los tres últimos años, entró un albañil de 67 tacos, recién llegado de enyesar, grueso y con un olor corporal similar a una Wopper XL, y exclamó: "Hohe, he vengo de la hohra, tengo loh pieh ahí ahí, me loh laváih y alicatarme lah uñah y eho".
Lijadora con la
que mi compañera
Ani, la arquitecto,
lijó los pies del
albañil.
Se quitó las zapatillas de estar por casa y se dejó ver dos cocodrilos momificados, o lo que era lo mismo, sus pies. Joe Wang me miró y entendí que era un regalo para mí. Entonces me sentí reafirmada en mi decisión y me largué, dejándole a mi compañera Ani aquel marrón. Mi abuela dice que hay cosas peores que mi trabajo, y no lo dudo. Pero es hora de hacerme entender a mí misma que podría haber otro futuro. Sobreviviré trabajando en la pastelería vegana los miércoles y jueves y como canguro de esos pequeños hijos de la vecina. Lo que más me anima en estos momentos, hoy en concreto, en mi primer día de libertad, en que me he apuntado a un curso presencial de ganchillo, arte floral y poemática, tres en uno, en Bar Manolo. 

El curso de Bar Manolo no fue para tanto. Pero he sobrevivido hasta ahora. Os seguiré informando.