"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


8/07/2013

Pinchos morunos, Miliquitubi, y amor carnal

Esta semana tengo un descanso de mi trabajo como amaestradora de niños, y ayer quedé con una amiga y un amigo que se odian entre sí, y nos fuimos al templo de Debod a tirarnos al césped con comida china al más puro estilo salmantino. 
Pincho Moruno con y sin pincho
Pincho Moruno, con y sin pincho
A eso de las 11 pm, en el momento en que Myriam (Myriam es mi amigo, no mi amiga, no preguntéis por qué se llama así, porque no lo sé) y yo estábamos discutiendo sobre algo tan trascendental como si el pincho moruno tendría el mismo sabor  con el pincho o sin él, escuchamos unas risitas a nuestro lado y nos dimos la vuelta. 
Dos chicas preciosas como flores, maquilladas como rosas y vestidas como en una película de Woody Allen nos interrumpieron:
-Perdonad, estamos buscando gente para jugar a un juego.-Nuevas risas. 
Los tres miramos a donde nos indicaban, y vimos un grupo de estudiantes de universidad de segundo curso como máximo vestidos a lo Tommy Hilfiger y peinados y bronceados como en la pasarela Cibeles. 
Aquello me sonó a orgía, pero cuando fui a comentarlo con mis dos colegas, ellos ya se habían trasladado al grupo y estaban intercambiando risas con ellos. Decidí lanzarme a aquella aventura como cuando me hice la cera en las ingles por primera vez. Una de las chicas guapísimas nos ordenó sentarnos alrededor del círculo, y escuchar las instrucciones de lo que debíamos hacer para "jugar". Todos se removieron emocionados, incluso Myriam, Rita y yo, que no sabíamos si taparnos los ojos o mirar ante aquella propuesta tan atrevida. 
Nuestra sorpresa fue mayúscula. ¿Streap Pocker? ¿Morrea al de tu derecha? ¿El Seto Oscuro (versión de parque del cuarto oscuro)? ¿Al menos La Botella? Pues ni eso: Miliquitubi, el teléfono escacharrado, Antón Pirulero y el Corro de la Patata. Creo que no me dejo ninguno. Yo no me atrevía ni a mirar a mis amigos durante aquellos juegos castellano leoneses, porque prefería pensar que no había testigos conocidos alrededor. 
Media hora más tarde, cuando propusieron jugar a los animales, y mientras el chico de voz sensual y cuerpo achocolatado comenzaba a cacarear compulsivamente, salimos de allí echando bombas, muy aturdidos, con la excusa de que mami nos esperaba en casa (coló, aunque los tres superamos los 30 años y vivimos solos). Luego, no hablamos entre nosotros porque las imágenes y la canción de Miliquitubi no paraba de ronronear en nuestras cabezas. Hicimos un pacto de silencio que espero que dure para siempre. 
Mientras hace unos minutos, me disponía a llamar al psicólogo para pedir cita y pasar página con este tema, he recibido una nota por debajo de la puerta de mi casa, era de Rita: ella y Myriam pasaron la noche juntos, y parece que en lugar de odiarse, ahora son más que amigos... Supongo que las experiencias traumáticas unen mucho.