"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


7/12/2011

Leona. Lioness. Lione.


Siempre me impresionó la increíble melena de mi amiga Leona. No me preguntéis por qué sus padres fueron a ponerle un nombre concordante con su aspecto físico y su fortaleza vital, sobretodo porque los rizos fuertes y definidos aparecieron mas allá de los quince años, tal vez por el excesivo uso del cepillo de una madre de pelo lacio que nada entendía de genes dominantes.
Cuando Leona apareció en su clase de COU con aquel pelo acorde a los años en que vivía, los ochenta, la clase entera se quedó paralizada, y pronunciaron su nombre como si lo hicieran por primera vez. Al menos, en ese sentido. LE O NA!
Desde entonces Leona lo dio todo para concordar al 100%. Sacó el COU, sacó la carrera de Recortes y Artes Manuales en la complu, sedujo ferozmente a su novio hasta que al fin consiguió una boda, una casa, unos hijos, un súper trabajo... y todo a fuerza de fuerza, de rugirle a la vida, de hacerle frente a todo... "Groar!" Rugía Leona, "puedo con tutti!", se expresaba a la italiana. Hasta que un buen día, en toda su plenitud, cuatro mierdas se le cruzaron en el camino, y consiguieron que la despidiesen de su trabajo en "Creatividad Por un Mundo Sin Injusticias".
Confieso que esto sucedió ayer. No la oigo rugir. Pero sé que los rizos siguen vivos, Llongueras se lo dijo en una ocasión en su peluquería en 1987: "Te damos cinco mil pesetas por esta melena. Durará toda la vida". Tengo la sensación de que desde lo más profundo de su ser animal, salvaje, indomable, Leona trama algo. Algo que hará tranquilamente, sin prisas, porque ya sabe de qué va la vida. Algo grande que hará estremecerse a unos, enorgullecerse a otros, arrepentirse a los de mas allá.
Animo, Leona.

7/07/2011

Entrevista en Parla

Me sentía como una inmigrante cogiendo un autobús y cruzando caminos que nunca había recorrido... hasta que al fin llegué al polígono industrial de Parla donde me entrevistarían para ser la nueva responsable de algo -aún no sabía qué. Me presenté allí, frente a Mary Cruz, la chica de recepción, quien se fue a anunciar a Milagros, la de RRHH, que ya estaba allí. Esperé pacientemente de pie, mientras Mary Cruz me ignoraba y hablaba por teléfono con personas que le hacían mucha gracia.
Al fin me metieron en una habitación moderna y grande, como la sala de reuniones en la que nos metieron en mi ultimo trabajo para anunciarnos a todos el despido colectivo. No había nadie. Solo una tele gigante. Una voz muy diferente a la de Dios, pero proce
dente del más allá me dijo "Mina Patuco, encantada, soy Mila, te hablo desde Alpedrete!"
Me pregunté si alguno de mis conocidos tendría medios para gastarme una inocentada de tales dimensiones, sin embargo, era que no: Mila me hablaba por videoconferencia desde Alpedrete. Tres minutos más tarde, me encontraba más comoda, contestando a sus preguntas. "Y ahora, entrará Geronyme, tu futura jefa, la gerente de la nave". Geronyme era francesa y muy contundente. "Te quedarás a cerrar hasta las ocho, espiarás al personal, harás reportes de lo espiado, hablarás inglés y francés, actualizarás la web, recepcionarás a los
clientes, estarás encargada del jardín, vigilarás a los de la limpieza, cuando yo no esté te pondrás esta máscara y deberás pasear por los pasillos cinco veces al día para que todos piensen que estoy en la oficina, me lavarás el pelo tres veces por semana, te encargarás de hacer las compras de material y de los rollos de papel higiénico, y no tendrás ni un solo día libre hasta que al menos hayas cumplido tres años en la compañía".
Soy Mina Patuco. Podría haberle dicho que conocía a las raposas de su especie, que trabajé con algunas, que olisqueo a otras en el metro, o que me llamase cuando encontrase a una
esclava que se prestase a todo aquello allí, en su poligono de Parla, por tres duros. Sin embargo me despedí como una verdadera profesional, y salí al polígono a coger el autobús de vuelta, donde hacía 40 grados a la sombra.
Me acorde de Gavilán Palomo en Mirroque, y volví a preguntarme cómo habría conseguido su cómodo trabajo como activista de CCOO. Luego, conté cuantas copecas me quedaban en el bolsillo, al estilo de Raskolnikov, algunos sabéis de quién se trata, y me fui a casa a limpiar el polvo.

(En la foto, las modernas instalaciones del centro de trabajo)