"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


3/28/2017

Psiquiatría barata a la hora del té III


El psiquiatra se ha comprado un diván, y comienzo a escuchar cosas realmente preocupantes entre mi paciente favorita y él..

Ayer:
–Doctor, creo que me estoy enamorando de usted
–Suele pasar
–Desde que ha sustituido el sofá por el diván me encuentro más cómoda y relajada, y como que los sentidos se me disparan
–Uhm...
–¿Ve? Hace usted ese ruidito con la garganta y me da una cosa...
–Ejem, retomemos lo otro
–¿Lo de que no alcanzo a entender por qué el conductor del autobús no abre si se ha pasado medio metro de la parada?
–Ahí tenemos trabajo.
–Madre mía, tiene razón, doctor. Voy a seguir con eso porque realmente me atormenta, y tengo para varias consultas. Y lo de echar un kiki lo dejamos ya para más adelante...


La paciente extasiada y a punto de lanzarse sobre el atractivo
psiquiatra, presa de una excitación inexplicable, sobre el nuevo
diván.
Hoy:
—Doctor, el gatito no me hace caso. Pasea por la casa y como que me hace de menos, creo que me está haciendo bulling.
—¿Está segura?
—Segura no... la verdad es  que no le denunciaría, doctor, no es mal gato, sólo me hace feos, como no comerse la latita de whiskas luxe, y eso me desquicia.
—¿Cuando era niña tuvo algún altercado con alguna persona de su barrio?
—Creo que no... aunque, si regresiono un poco, la verdad es que el pescadero nunca me daba pescado bueno, sólo si acudía con mi mamá.
—Ahí lo tenemos. Pescadero-pescado de mala calidad-gato- su mamá. Está clarísimo.
—Dios mío qué alivio doctor, no tengo ni idea de qué me está hablando, pero es usted un genio, un auténtico genio.
—Ho, ho, por favor...
—Miau


3/23/2017

Psiquiatría barata a la hora del té II

Llevo días enganchada al agujerito ese de la pared por el que espío al psiquiatra de mi edificio. Es mucho más interesante que la programación televisiva e incluso que los vídeos de animalitos torpes de youtube. La paciente estrella es la mujer de la que os hablaba el otro día... ahí os dejo otras dos perlas para la colección:

15/03/2017
–Doctor, me he dado cuenta de que, cuando nadie me ve, le evito
–¿Que me evita usted?
–No, no, que LEVITO. Noto una especie de airecillo por la zona de los pies, y se levantan como solos.
–Nunca he oído nada igual. ¿Está segura?
El psiquiatra de mi edificio, escuchando atentamente
a su paciente.
–Claro que estoy segura, doctor. Por eso vengo aquí a tratarme, su consulta es muy cara, pero merece la pena si al final consigo entender que no floto o, si lo hago, por qué lo hago. ¿Entiende, doctor?
–Claro que lo entiendo, es usted muy razonable. Y muy inteligente. Y muy valiente por invertir el dinero que no tiene en averiguar qué le pasa.
–A veces lo he comentado con las amigas. Les gusta que se lo cuente, nos reímos muchísimo, me dicen que soy fantástica y que debería estar contentísima de tener ese don. Luego hablamos de banalidades, fumamos cigarros, criticamos a nuestras parejas y a veces bailamos a Lou Reed embriagadas de algo.
–Qué gran error... no se debe banalizar con estas cosas. Profundicemos en ello...


22/03/2017
–Doctor, sueño con que nunca seré madre.
–¿Y?
–Que nunca podré amamantar hijos hasta los cinco años como hacen las madres de ahora.
–¿Y?
–Que me hace sentir maravillosamente bien.
–¿Pensar en ser madre y amamantar durante años?
–No. No querer hacerlo.
– Uhm... eso hay que tratarlo...

3/15/2017

Psiquiatría barata a la hora del té


Como en aquella película, he descubierto que al otro lado de mi pared está la consulta del psiquiatra del 3C. Hay una mujer que acude con frecuencia a la hora del té, y a través de un agujerito que descubrí detrás de un póster de Isabel Pantoja que dejó la inquilina anterior, puedo espiarla tranquilamente. Me parece muy interesante conocer más sobre el ser humano y la sera humana. Aquí va lo que pude captar esta mañana:

La paciente, despidiéndose del psiquiatra antes de irse.
Doctor, he vuelto
–Ya lo veo
–Usted cobra 120 euros la hora por estar aquí, y ni siquiera tiene diván
–Ahá
–No consigo entenderme. Gano 900 euros al mes. 600 van al alquiler y 240 van para usted porque vengo dos veces al mes. ¿Qué me queda?
–60 euros para comida y champú.
–Pero, ¿hago bien, doctor?
–Hombreeeeee, mujeeeeeeer...
–Me quedo mucho más tranquila entonces, doctor. Es usted un sabio.

3/09/2017

Hipster de turno

Como prometí, os muestro a continuación el poema con el que participé en el concurso de mierda del que os hablaba la semana pasada, y que no gané. Basado en un escarceo amoroso con un hipster a la moda en la puerta del súper, juzgad vosotros mismos.

Hipster de turno
barbita pomposa
¿sumergiste el pelo en los años 80,
o en el comienzo de los 90?
Eso sólo lo saben los New Kids on the Block
                                                                    block
                                                                           block.
Sólo dos cosas te digo,
querido hipster de palo:
                                         
               Una,
ahólgate los pantalones
si eres de pata ancha
o de patorra maciza;
                dos
desabróchate el botón
                                  superior
                                         de la camisa (isa... isa... isa...)
          que si tienes suerte
y ligas
        con la chica mona
Hipster de turno utilizando su barba como cuenco para
comer macarrones con chorizo después de darle calabazas
esa,
       no va a haber alma
                        que soporte el hedor
que salga de ahí
    cuando te desabroches
          para hacer de hipster lover.

Chico a la moda,
cultureta del cuerno,
coleccionista de folliamigas,

¡¡¡¡¡¡basta de robar chalecos
                               del armario
                                        de tu padre!!!!
Sigue el consejo
de tu abuela Isidra,
                   la del pueblo:
                                 déjate de gilipolleces.



Dedicado al hipster del Caprabo

3/03/2017

Concurso de mierda Parte II

   La invitación a la entrega de premios me la dio el propio Alfredo cuando pasé por delante de su portal. "Toma, son meras formalidades" me dijo mirándome ahí mismo y al balcón a la vez, y entregándome un post it con las palabras "entrega de premios en el Bajo 1 esta tarde a las 7" escritas con una letra que ni el niño de cuatro años al que cuido. 
Subí a casa y comencé a prepararme para la ocasión. Como la casa que alquilo pertenece a una anciana que vive en la habitación del fondo, me decidí a hurgar en sus armarios, porque si quería parecer una poetisa no podía ir vestida de Primark, así que encontré un vestido victoriano que me daría el toque para parecer, por lo menos, Virginia Woolf o Emily Dickinson (me daba lo mismo una que otra), vinculándolo con el presente a través de mi melena Cleopátrica y unas bambas victoria que aún conservo de 1992.
Momento del ensayo ante el espejo,
poco después me aflojé el corsé
porque hacía pupa.
   Ensayé un pequeño discurso frente al espejo embadurnada de polvos de talco: "Queridos vecinos del portal 58: el poema lo compuse una noche en que me entró un payaso barbudo al que no pude decirle nunca que, a pesar de haberle besado con pasión en la puerta del Caprabo, no me interesaba. He limado demasiados callos y he trabajado en tantas cosas para llegar aquí, que no puedo creer que vuelva a Mirroque de Mar gracias a ustedes..." Era perfecto, y yo toda una dama.
   Llegué a las 6 al Bajo B, un pequeño local adjunto a la portería para juntas de vecinos. En la puerta colgaba un cartel: "VELADA LITERARIA". Dentro, las nueve personas que había me miraron admiradas y sin conocimiento "anda, el traje de luto de la Reme" le oí decir a Anastasia, la señora de la perrita raquítica del anorack, "y esta, ¿de dónde ha salido?" se atrevió a soltar Alfredo. "Es Mina, la del 5
4" contestó Carmensica, la presidenta, con cierta complicidad hacia mí. 
El atractivo perfil de Haroldo Amat
mientras chupaba un Strepsils
La primera faena fue que aquel conjunto de muermos leyeron el acta de la reunión de vecinos anterior, que duraba 16 páginas, leído por Alfredo, quien releía a veces lo mismo al retomar, sin quererlo, la lectura con el ojo pipa, que le llevaba más arriba una y otra vez. Luego discutieron si arreglar o no el montacargas, y si las propinas de Alfredo se contaban como parte de su sueldo. Todo aquello me quitaba la energía y me reportaba cierto bochorno. Entonces, Alfredo presentó a Haroldo Amat. "Aquí tenemos al famoso escritor novelístico y poeta, Haroldo Amat, más conocido como Harold". Todos aplaudieron rabiosamente, como si la palabra famoso les hubiese sacado de su atontamiento. Harold, que tenía 70 años, cuerpo de 50, cara de 60 y pelo de 80, y que llevaba boina, nos mandó callar y nos hizo una presentación de sus doce últimos libros, un paseo por su vida, sus gustos, sus habilidades y sus frasecitas de vida durante más de dos horas. Luego le entró la tos y   Alfredo le quitó la palabra porque era ya la una y media de la mañana, y anunció que el ganador del concurso era el propio Haroldo. Me pilló casi dormida y recé para que hubiese pasado como en los óscars. "¡Lée bien la tarjeta, Alfredo!" exigí. "No hay tarjeta, Mina, yo soy el jurado, y me sé quien ha ganado. Ha sido él".  Haroldo recogía los billetes de Alsa frente a mis narices empolvadas mientras se introducía un strepsils en la boca. 
   De camino a casa con picor por todo el cuerpo a causa de la naftalina, me entró un ataque de risa y comprendí que aquello era sólo el comienzo de una larga aventura, y que me sentía más fuerte que nunca. El lunes prometo deleitaros con la publicación de Hipster de Turno, el poema con el que no gané. 

3/01/2017

Concurso de mierda Parte I

El mes pasado me enteré de que, en esto de la escritura, existen los concursos. Concursos literarios a los que cualquiera puede presentarse, y el premio puede ser desde un vale descuento de Fairy hasta crema andina para el vello corporal o, incluso, dinero. Tina, la de la tintorería, me lo dijo claramente: "hay un concurso de poesía donde te dan un viaje a Mirroque de Mar con todos los gastos pagados en temporada baja". Aquello tenía que ser el destino. Literatura y Mirroque de Mar de nuevo reunidos en mi vida, era claramente una señal. "El que lo sabe es el portero del 58" dijo, y fui a enterarme. 
Alfredo es el portero del 58 y el tío da pereza, porque tiene un ojo pipa y el que tiene bueno lo dirige siempre al mismo lugar en las mujeres, una vecina de su edificio incluso le empujó en una ocasión por las escaleras por guarro, pero luego se lo perdonan todo. Al preguntarle, sin dejar de apuntar con un ojo al balcón de arriba y con otro donde os digo, me contestó: "La comunidad de vecinos organiza el concurso. Escribes un poema, haces 25 copias tamaño A5, las encuadernas en espiral que no canutillo, cuerpo de letra 11 en fuente sin serifa, y me lo haces llegar por correo certificado bajo seudónimo con plica y ante notario, sin remite ninguno". "¿Es en serio?" "Muy en serio", me aseguró. 
Yo tenía que ganar aquel premio, ni siquiera había trascendido más allá de la manzana donde vivo, ¿qué otro vecino podría ganar? Yo tenía que ser la única escritora decente, porque no podía imaginarme a ningún otro de la zona escribiendo con la pasión con que yo ando haciéndolo últimamente. Fui a casa y puse patas arriba el salón, todos los poemas escritos a mano en diferentes soportes (papel higiénico, contraportada de libro de sudokus, tickets de compra aprovechados por detrás, servilletas de bares... ) los colgué por las paredes o por el suelo
En el acto de escoger poemas,
junto a la impresora láser de alta definición
tirados, comparando unos con otros, sopesando, cavilando, descartando... me sentía como Rimbaud a tope de absenta, o como Paris Hilton teniendo que decidirse entre miles de zapatos esparcidos por su vestidor. Al final, tuve que escoger entre "Calla, calla, calla", "Hipster de turno", y "Gases extremadamente tóxicos, ¡Babúm!", y consultando con varios amigos por teléfono, me quedé con "Hipster de turno". Cuando creí que ya estaba casi todo hecho, llegó la segunda parte: ¿veinticinco copias? Portada y poema, o sea, cincuenta páginas impresas para un concurso de un poema de nueve líneas. Tuve que comprar tóner y cuartillas de A5, y a imprimir. ¿Alguien pensó que imprimir en A5 es fácil? Nooooooo. Entonces, otra sorpresita: encuadernar en espiral dos páginas, ¡veinticinco veces! Pago a tocateja en la papelería de enfrente. Dos euros por encuadernación, la encuadernación más ridícula que jamás hayas visto. Eso sumaban 50 euros más otros 40 del toner y los folios. Entonces vino el episodio de la plica y el pseudónimo, Dios mío, llevaba ya cuatro días preparando aquel poema para ese concurso de mierda, pero el premio sería mío, yo lo sabía. Al fin metí todo en un paquete y pagué algo más de quince euros por ir hasta la oficina de correos más cercana, a ocho manzanas, y enviar el manuscrito multiplicado certificado y con acuse de recibo al portal de al lado, entonces, recordé lo del p*** notario. Me flaqueaban las fuerzas y estaba a punto de tirar la toalla, cuando el propio empleado de correos me informó de que tienen servicio de notario allí mismo en Correos, y que por 70 euros me ponían también la apostilla de La Haya. Así que cedí, arruinada y esperanzada al mismo tiempo, era como comer cerdo agridulce, por la mezcla de sensaciones y eso.

Si pensáis que terminaría la historia hoy, no lo he hecho. La emocionante entrega de premios en la sala de juntas de la Comunidad de vecinos, la intervención de Harold (Haroldo Amat), el famoso escritor, y todo lo demás, os lo cuento mañana, que va para largo. Por supuesto, Hipster de Turno podrá leerse también en el próximo post.