"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


7/01/2019

El Maestro Yayee y la estelar chaqueta de Guy Pierrot

Muchos seguidores del blog me han preguntado en los últimos meses por El Maestro Yayee, un personaje de quien hablé hace un par de posts (Técnicas de descontrol del maestro Yayee) y a quien no dí mayor relevancia. Sin embargo, miles de fans clandestinos de este blog no han podido, o querido, olvidarle. He decidido relatar el episodio en que conocí a este personaje, para que os hagáis una idea de su procedencia y de sus facultades como maestro.
Hace tres meses me encontré por casualidad a mi prima Pili Grossa al llamar al timbre de su casa. Esperaba encontrarla sola y haciendo petit point, que es a lo que dedica las tardes, pero se puso roja como un tomate al abrir, por lo que supe ipso facto que escondía un hombre o un animal herido.
"¿Tienes un hombre escondido?" me la jugué, desechando la otra posibilidad. "Yo no escondo nada" me contestó mientras me dejaba pasar al salón para encontrar a un hombre de dos metros y cierta corpulencia vestido -exclusivamente- con una chaqueta de lana estilo pastor hasta los tobillos y abierta de par en par.






Mina Patuco al ver al Maestro Yayee
Yoooooo... fui a decir, y me quedé atascada en la O durante largo rato, cuando lo que quería decir era que me iba y que ya volvería en otro momento. El coloso me palmeó la espalda para poner fin a mi ruido gutural, que se alargaba demasiado, y luego me abrazó diciendo: "encantado, querida, soy el maestro Yayee".
Yo cerré los ojos durante el abrazo para que el momento pasase rápido. Pili estaba encantada y fue a preparar un té mientras Yayee se echaba en el suelo como un tigre de Bengala, con medio cuerpo recostado y, como os digo, a chaquetón abierto, y me contaba que se dedicaba a encontrarle sentido a la vida y al juego del Risk, que era muy complejo y, según él, sin alma. También me dijo que había aprendido hipnosis en el Tíbet y a jugar al mús en la facultad de filosofía y letras en 1989. Pili le miraba admirada ante todos sus comentarios. "Cuéntale la historia del sayo" le animó, con un aire misterioso y juguetón. "¿Esta bagatela?" dijo él, quitándole hierro a aquel tejido incómodo de lana de mohair, "lo encontré en el cubo de la basura del modisto Guy Pierrot después de que fracasara con él en un desfile de Milán". Me quedé bastante chafada con la historia, y pregunté en bajito a Pili dónde le había conocido. Ella me respondió en alto "esta mañana en la cola de la mercería, ¿no es genial?" Yo estaba admirada de tanta naturalidad."
El Maestro paseando su chaqueta por París 
¿Se puede saber por qué eres maestro?" le pregunté sin rodeos, buscando respuestas. "Soy maestro porque ENSEÑO". Y al decir esta última palabra, en un tono especial, abrió aún más la pantorrilla desnuda, y me quedó muy claro qué era lo que enseñaba.
A Pili le hacían chirivitas los ojos y yo me puse en pie de un salto, sintiéndome como atrapada en un film dirigido por Jean Luc Godard y Mariano Ozores a la vez.
"¿Te vas, queridaaaa?" me gritó Pili sin moverse del sofá. "Tengo claquet" respondí huyendo a toda pastilla.
Al salir a la calle me sentí algo confusa. Podía olvidar aquel cuerpo bien nutrido, presentado como una pieza de carne fresca en la carnicería, podía olvidar el abrazo, la conversación... pero no podía olvidarme de aquella prenda singular, aquel chaquetón de "maestro". Habría más encuentros e, indudablemente, estudiaría más de cerca el material y composición de la prenda, y  el maestro que ésta contenía.