El otro
día me reuní con mis antiguas compañeras de la clínica podológica y quedé
impresionada al ver que habían reducido de talla visiblemente. La sorpresa
continuó cuando, en lugar de charlar sobre los pies de la gente del barrio o
poner a parir a mi ex jefa, como solíamos hacer, no callaron en dos horas
hablando de su nuevo interés: EL DEPORTE.
Me
sentí desplazada y totalmente “out” porque intercambiaban información sobre
objetos y aplicaciones desconocidas para mí, como contar los kilómetros
recorridos, pasos dados, calorías quemadas al practicar sexo o rascarse la
nariz, saturación sanguínea... Hablaban de pistas de runners, spinning, paddle
nocturno, kickboxing, mayas viscoelásticas, bragas compresoras y sujetadores
especiales para deporte (por cierto que esto último ya ni lo necesitan, dado el
nuevo tamaño de sus cuerpos y pechos).
Angustiada
por las nuevas circunstancias, salí a la mañana siguiente a correr a las siete
de la mañana con la energía de un rinoceronte enfurecido (eso sí, en bambas
victoria, a falta de otro calzado más deportivo). A los pocos pasos noté que me
ahogaba, tenía flemas de medio litro y tosía sin parar como un anciano. El
corazón también me iba a mil, así que me senté en el banco de la esquina de
casa y, aún ahogada y sudorosa por aquel minuto de infierno, levanté la cabeza
y leí en el cartel de Cafetería Manoli:
HOY CHOCOLATE CON 5 CHURROS, PRECIO ESPECIAL.
La oferta de Manoli incluía un vaso de agua. |
Llegué
a casa con sensación de irrealidad, probablemente el azúcar, la grasa, o las
dos cosas; y rendida de la carrera de cincuenta metros, así que me eché un par
de horas.
Mina Patuco cayendo en efecto tirachinas de las cintas elásticas, en su casa. |
Te entiendo perfectamente, Mina. Mi profesora de gimnasia del colegio era una mujer con sobrepeso que iba con falda de tubo y tacones y que nos decía que el tendido supino era el máximo del deporte que una persona podía hacer en su vida. Yo me lo tragué, aunque incluso llegué a hacer el pino y jugar a churro va. Subir escaleras hasta el quinto piso sin ascensor donde vivio es lo más a donde he llegado y aún así, soy una persona sana y feliz, con unas nalgas aceptables y barba de tres días.
ResponderEliminarImprimiré este post y lo colgaré en la cabecera de mi cama para saber que no estoy solo.
Igor Dote
Me harta sobremanera que mis antiguos colegas de botellín de los domingos ahora corran maratones campo a través y se cueiden con bebidas isotónicas y pasta al huevo. Antes éramos unos tipos interesantes, hablábamos sobre cosas importantes alrededor de un cubo con cervecitas al sol, teníamos barrigas atractivas y eructábamos cuando no pasaba nadie. Ahora creen que pueden esconder las arrugas y las canas bajo un aspecto deportivo tardío, y no lo soporto. Cogen la bici como si fueran a la esquina, y se van a otra provincia... Os echo de menos, coleguis.
ResponderEliminarFran
Vendo unas mayas de corredor y una capa de súper héroe, lo tengo puesto en guapapop. Las mayas, algo gastadas, son de 1991, pero conservan el color (siempre fueron grises, se lo aseguro). La capa la encontré en la basura pero está lavada con perlán. Contáctenme enseguida si quieren aprovechar la oferta, puede que mañana me haya mudado.
ResponderEliminarMacu Trazo
Recientemente acudí a una clínica de adelgazamiento porque nada me funcionaba. Un hombre con un traje sideral y una sierra de mano me dijo que era el cirujANO y que me iba a recortar por todas partes. Comencé a correr sin mirar atrás y no dejé de hacerlo durante más de tres horas. Perdí medio kilo en la carrera. Al día siguiente me soltaron tres rottweilers y lo mismo. Al final, ha pasado un mes y he perdido más de once kilos de una forma sana, natural, y nada agresiva. Sólo me ha afectado gravemente al corazón pero, ¿qué me importa morir de un ataque si peso 45 kilos?
ResponderEliminarMarta Rada
Soy un hombre serio y normal, excepto por una cosa: no consigo hacerme bien la cama. Esto me ha trastocado seriamente toda la vida y me siento inútil. Aunque soy campeón de tiro al pichón, un hombre de éxito en los negocios y tengo una familia adorable, lo de la cama arruina todo mi mérito y hace que me sienta acabado. Os cuento esto para que veáis que el deporte no lo es todo en la vida, y que los dramas humanos son otros.
ResponderEliminarJonás Queroso
Me llamo Pimpón C. y por culpa de mi ridículo nombre, crecí en los ochenta rodeado de burlas, diciendo que no era más que un muñeco de felpa, el amigo de Espinete, el viajero del barrio... Me encantaría reunirme con otras personas de nombre Pimpón para reclamar respeto y una indemnización a la sociedad y a la productora de Jim Henson por daños y perjuicios.
ResponderEliminarPimpón Ferrada
Te entiendo muy bien, Pimpón. Yo me llamo Pompóm que, para el caso, es lo mismo. Mis burlas eran :
ResponderEliminar-Pompóm
—¿Quién es?
—Pompóm
—Pero, ¿quién es?
—Pompóm...
Y así todo el recreo.
Me gustaría conocerte
Pompóm Ada
Queridos Pimpón y Pompón: a quien deberíais denunciar es a vuestros padres.
ResponderEliminarDon McAbro