Lo primero que me chocó es que después de
haber trabajado para ella durante cuatro años, limándole los callos a las
viejas del barrio, no se acordase de mí. Cuando le expliqué que había sido su
empleada ilegal más duradera me dijo sin miramiento que si quería volver a
trabajar allí tendría que hacer prácticas durante los dos primeros años, porque
así lo decía el nuevo convenio de los contratos ilegales.
Le paré los pies y le dije que me había
propuesto ser una escritora famosa de la noche a la mañana, y que necesitaba su
local de 10 a 12 de la noche un sábado para presentar la novela. Joe me miró
por un segundo mientras le serraba el callo al portero del 19. “Vale” me dijo
sin más. Quizás recordó de pronto la cantidad de pies repelentes que saneé en
aquella cueva clandestina.
La presentación estaba programada, el público
convocado, los pinchos de salami y el vino en brick preparados. El sábado a las
9.45 Joe Wang me dejó la llave, y en ese cuarto de hora China y yo limpiamos el
lugar de callosidades y porciones de pie, y logramos envolver el decorado con
papel pinocho azul que hacía una doble función: por un lado, ocultar las
herramientas antidurezas más insospechadas y, por otro, evocar el mar,
escenario permanente en mi novela. Negri quiso colaborar y se plantó uno de
esos trajes de cerillera de cabaret con cofia, con una bandejita llena de
ejemplares que vendería al personal
mientras yo daba un pequeño discurso sobre Mirroque de Mar y su
background como pueblo bohemio del Levante.
La cara de incomprensión del pequeño Rafael Walterson, uno de los invitados a la presentación, al leer que ésta se pospondría hasta septiembre |
Cuando andaba ensayando mi discursito sin
fundamento, se escucharon unas palmadas desde el fondo (a 25 centímetros de mí)
de la sala. Un foco que salía del fijador de mechas me apuntaba a la cara y no
me dejaba ver la silueta de la que procedía el sonido. “Todo eso está muy bien,
Mina Patuco, pero deberías contarles quién tuvo el valor de ponerse en manos
del Mago Carrasco, o quién aguantó
la visita de aquellos americanotes en su habitación…” Sus palabras resonaron en
mi cabeza como el renacer de una pesadilla olvidada. “¡Loreto!” exclamé
apretándome las sienes deslumbrada, “Loreto, ¿eres tú?” Negri consiguió apagar
el foco, pero para entonces ya era tarde. En lugar de Gavilán, había unas
cuartillas fotocopiadas con la siguiente información:
“LA PRESENTACIÓN DE GAVILÁN PALOMO, LA
NOVELA, TENDRÁ
LUGAR FINALMENTE EN SEPTIEMBRE. LARGO DE AQUÍ”.
Observamos que el escaparate estaba forrado
con aquellas cuartillas, y que nadie había esperando fuera. No pude creerlo.
Gavilán me la jugaba de nuevo, y esta vez había actuado a su conveniencia.
¿Habría algún motivo para que quisiera que la presentación se celebrase en
septiembre? ¿Tendría algo preparado? ¿Iría tal vez a hacer uno de sus numeritos
de claqué improvisado?
China, Negri y yo aprovechamos lo que quedaba
de la velada para hacernos los pies.
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