Desde que ardió su ebanistería, Pili Grossa se embarcó en un proyecto de decoración como ebanista, y todo han sido éxitos. Ver algunos cafés de la ciudad decorados íntegramente de mimbre me llena de admiración. Su última creación ha sido su nuevo piso en el centro. No preguntéis cómo, pero hasta la ducha y el inodoro son de cestería.
Uno de los chicos de los pósters de Pili Grossa, con un tanga de cestería elaborado por ella |
Le pregunté si lo suyo con Ken Lafollé había terminado, y me dijo que sí. Que ahora a él le ha dado por la comida macrobiótica y está más interesado en el origen de las castañas pilongas que en el depilado brasileño de Pili.
“Hay que ver, prima” le dije, “las vueltas que da la vida, creí que envejeceríais juntos”. “No tantas. Al fin y al cabo sigo rodeada de mimbre y hombres interesantes y tú sigues en esa buhardilla, soltera y haciendo trabajos rarísimos”. Miré a los hombres interesantes a los que se refería (las fotos de tíos en pelotas de su armario) y le di la razón, aunque por supuesto, sin estar 100% de acuerdo. Como no me vio muy convencida, sacó una foto de las dos cuando teníamos 7 años el día en que disfrazamos de Cindy Lauper a Conchi, la perra de nuestra abuela. “¿Ves? Estamos igualitas”. Pili Grossa siempre ha sido exageradamente positiva, así que le di la razón again, cogí a los niños con principios ya de epilepsia, y me largué con viento fresco. De camino a casa, les dije contagiada de optimismo: “soy como vuestra hermanita mayor”. “No lo flipes, Mina”, me dijo el de 11 años, “pareces más la hermana de mi abuela”.
No tengo más que añadir.
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