La última vez que había tenido contacto con M.C. fue cuando
me hizo una llamada, 20 años atrás, a mi casa. Al otro lado del hilo telefónico
escuché: Dime la verdad, Mina, ¿hay posibilidades de que esté embarazada?
Cuando me contó que la razón para creerlo era que se había dado el filete con
Pedriño, el chico de los periódicos, en el portal de su casa y a plena luz del
día, le colgué. Ya era mayorcita para saber que besuquearse no fabricaba bebés.
Después de eso, no volvimos a tener contacto hasta que el otro día, a través de
las redes sociales, nos invitó a una cena prenavideña en su casa a otras amigas
extrañas del cole y a mí.
Al llegar a su puerta, me lo pensé dos veces. Me di cuenta
de que, con el historial de M.C., podría estar a punto de entrar a cenar a casa
de una monja franciscana, y eso me parecía poco atractivo. Pero nada más lejos.
Una chica cuatro cabezas menor que yo y con una silueta estilizada enfundada en
unos vaqueros prietos y tacones explosivos se presentaba ante mis ojos. Me fijé
en que su escote era envidiable y que en una de sus manos llevaba un cigarrillo
electrónico. Al ver que lo miraba me dijo “esto es natural a tope”.
“¡Margaret!” Exclamé. No podía creer que fuese ella.
“¡Pasa, por Dios, que la fiesta ya ha empezado!” Me dijo de
un modo interesante mientras escupía una risa contagiosa.
Al llegar al salón, encontré al resto de la pandilla, todos
y todas estaban impresionantes, y venían con algunas parejas variopintas, como
un doble de Cayetano Rivera y otro de Kurt Cobain, e incluso un bebé.
Reían sin parar, como si llevasen horas haciéndolo. Busqué
el payaso, busqué las drogas, los canutos, el youtube encendido… Pero la causa
de su risa era otra.
Margaret volvió a subirse al taburete del que se acababa de
bajar para abrirme la puerta, y retomó su actuación: “…y eso no es lo peor. Lo peor
es cuando va el tío y me dice que qué desperdicio de metro cincuenta. Pero a
ver: que tengo cuatro hijos y mi marido tiene veinte años menos que tú, ¡¡¡que
es como si quieres arrejuntar a Ortega Cano con Kylie Minogue!!!”
Entonces todos se atragantaron de risa, más aún. Margaret se
había convertido en una show woman y era la reina de la fiesta. También por lo
de los cuatro hijos deduje que al fin había entendido cómo una mujer podía
quedar embarazada. Cogí un refresco (en aquella sala no había alcohol) y me
senté con el grupo a escuchar, y juro que nunca en mi vida me había reído
tanto.
Momento en que Margaret nos obligó a todos a hacer el robot bailando el chiqui chiqui, y a una de las participantes se le saltó la tira del tanga, tal era la rigidez que había adquirido |
Estimada Mina: no me trago nada. ¿Un embarazo a partir de un beso? ¿Un personaje que consiga haceros bailar el chiqui-chiqui a lo robot? Lo siento, te lo digo desde la barra de mi bar.
ResponderEliminarPaco
buenos días. Mi nombre es Pamela Castro, y al leer este post, me he acordado mucho a cuando pa´sé un verano en casa de mis abuelos en La Manga. Hacía mucho calor y por eso mis recuerdos son muy difusos, pero recuerdo que no recuerdo qeu debió de ser algo parecido.
ResponderEliminarPor cierto, en la foto reconozco a una persona, ¿es acaso la chica robótica una tal Mindy Arrúa?
P. C.