Comienzo a tener amigos que cumplen cifras de
años que incomodan, debían haberme advertido en algún momento que eran tan
mayores, pero en fin, el espíritu lo tienen intacto. Tampoco sé cómo me las
apañaba para ir en la adolescencia en una pandilla de verano de gente tan
mayor. El caso es que J. cumplía 40 el viernes pasado y nos invitó a una fiesta
sorpresa.
Foto de la pandilla en el verano de 1993. |
—¿Cómo que sorpresa, si lo sabes?
—Siempre quise una fiesta sorpresa. Como no
confío en vosotros, me la hago yo. Entraré en el Rapha&Rafa a las 10 pm, y
quiero que me gritéis SORPRESA como si no hubiera un mañana.
Por supuesto, J no se merece menos.
Durante la semana, le compramos un regalo entre toda la pandilla: unas entradas
para ver eurovisión en Lisboa, pero en un bareto que lo televisa. Las entradas
en directo eran demasiado caras, y el bar sólo cobra el bacalao y la cerveza. A
J y a su chica les encanta eurovisión y lo pasaron fatal cuando Chikilicuatre
perdió aquel año. Por eso, propuse también al grupo hacer unas
caretas de la cara de J y ponérnoslas de sorpresa en su cumple cuando sonara el
tema del Chiki Chiki, que es su canción favorita. A todos les pareció una
idea fenomenal.
Bajé a la
imprenta con una foto de J de 1995, cuando tenía 17 años, y de camino me paró
Alfredo, el portero del 58, el del ojo pipa que es un buitre de la edad de
mi padre y siempre está intentando quedar conmigo para cenar. Le dije que no
tenía tiempo para tonterías y el muy plasta me siguió, dándome la tabarra como
nunca. Al llegar, había cola y tuvo tiempo para querer regalarme una foto suya que llevaba
en la chaquetilla del uniforme en la que salía más feo que en toda su vida. No
diría algo tan cruel sobre una cara humana y tuerta, si no fuera porque es un
buitre y porque su arrogancia y prepotencia son excesivas. No le aguantaba más
y acepté su maldita foto por insistencia y le envié a freír espárragos de una
vez por todas.
J bailando como loco "La fiesta de Blas" de Fórmula V |
Al fin, el viernes me puse un vestido de mi
abuela de 1960 que parece comprado en Kling y me fui a la fiesta con las
caretas de J en el paquete que me prepararon en la propia imprenta. El Rapha&Rafa
es un club dedicado al cantante Raphael y a Rafaella Carrá, con música demodé
española, donde a veces mis abuelos van a bailar el chotis. Nos reunimos allí unos minutos antes de
que entrase J, muertos de risa, pensando en la verdadera sorpresa de las
caretas y el Chiki-chiki. J entró y gritamos SORPRESA tal y como nos pidió y
se puso a llorar y a fingir que no sabía nada. Aquella sobreactuación nos dejó
abochornados, pero le seguimos la corriente, porque era su cumpleaños.
Una hora y media más tarde, cuando ya no
dábamos pie con bola, le pedimos al DJ que pusiera la canción. Fue un problema,
porque no sabía de qué hablábamos y tuvimos que ayudar a aquel jubilado a
encontrarla por medio de tecnología, algo que no conocía en absoluto. Luego
repartí las caretas boca abajo, para que J no sospechara ni se viera de pronto
en manos de nadie y, al oír al Chikilicuatre, al fin, nos pusimos las máscaras
a ciegas. Los tontos de la copistería les habían puesto gomas pero no le habían
hecho agujeros en los ojos, así que no veíamos ni torta, y bailábamos el Chiki
Chiki robóticamente y chocando unos contra otros, como bolos muertos de la
risa. J no se pronunciaba, pero podíamos ver sus pies bailar a pasitos al ritmo
de su canción. Comentaba “pero qué son esas máscaras”, y nos entraba más risa,
nos veníamos arriba comentando entre caretas que iba tan mal que ni se había
reconocido, y algunos caímos al suelo porque no veíamos nada. A gatas por el
suelo, muerta de risa como una croqueta, se me movió la careta y pude ver una
escena que de pronto me espabiló como una bofetada de las de mi madre: las caretas
no eran de la cara de J, ¡eran de Alfredo, el portero tuerto, aquel plasta sin
fin, que me había dejado tan hastiada, que había hecho que diera su foto en lugar
de la de J en la copistería!
Reconozco que soy un poco cobarde. Me escurrí
a gatas con los tacones en la mano hasta la puerta y huí como una criminal.
Pero qué más daba, si nadie se había enterado y les dejé borrachos y muertos de
risa como en sus vidas, en el Rapha&Rafa pureta’s bar.