La mujer centenaria que me contrató para pasear a los chuchos de 9 a 10 de la noche, que vive debajo de mi casa, es también clienta de la clínica estética en la que trabajo, de esas que cuando viene pidiendo que le hagan los pies, mi compañera Vladimira y yo lo echamos a pinto pinto, y a la que le toque le deseamos buena suerte y próspera media hora.
Esta mujer siempre me ha recordado a Gavilán por un detalle: la boina. Pero confirmaba mi teoría de que ese artilugio era propio de personas venidas al mundo antes de 1930.
Sin embargo, llevo semanas contemplando un espectáculo dantesco (o navarro, según se mire) que jamás hubiese imaginado ni la propia Loreto Tinoco, no al menos en el verano de 1999: chicas con minifalda y boina. Jóvenes barbudos a la moda con boina. Perritos de cretinas estilo Paris Hilton con boina.
La actriz canina Nora Dog, en una escena de su última película: Cambios on top of my head |
La boina está de moda. Mi propio portero, que terminó segundo de bachillerato el año pasado LLEVA BOINA. En la exposición de pintura itinerante de Bar Carlos hay boinas pintadas e incluso boinas reales mimetizadas por medio de pastas y mejunjes a esos terribles lienzos (Artista: Damiaan Alfaro)
Yo ni me lo planteo: si colaboro a esta moda, mi empleo corre peligro, pues nada como una boina para esconder un pelo sucio o la calvicie de cualquier treintañero desesperado, de los que vienen a ahuecarse la melena o a cubrir una coronilla.
Como remate a todo esto, me whatsapeó mi prima Pili Grossa, la de la ebanistería. Estaba en un mercadillo de latas de conserva y soluciones capilares titulado "CONSERVALO". Me envió una foto del producto estrella, el que había triunfado indiscutiblemente en la feria. ¿Adivináis lo que era?