"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


12/02/2016

La enseñanza de la croqueta

Las últimas semanas he estado realmente ocupada con mi nuevo trabajo: me han contratado para enseñar a las gentes de varios lugares de la ciudad a decir la palabra "croqueta" correctamente. 
En 2015 varios científicos de la Universidad de Cuenca hicieron un estudio sobre las palabras mal dichas en castellano en la Península Ibérica, y la palabra croqueta (o cocreta, mal dicho) fue la ganadora, acercándose ésta en persona (en palabra) a la Universidad a recibir el premio (35 euros en vales de Mercadona).
Este hecho concienció al Ministerio de Educación y Cultura de que era necesario hacer algo de inmediato y, muy eficientemente, se han destinado treinta millones de euros para pagar a profesores como yo (he hecho un cursillo) a enseñar a decir CROQUETA correctamente por todo el territorio nacional. 
El cocinero bengalí haciendo los ejercicios
de pronunciación "CROOOO"
"Es importante que el término COCRETA desaparezca antes de que la RAE lo admita en su circense diccionario, como lo ha hecho ya con ALMÓNDIGA, ASÍN, o NORABUENA. Estamos dispuestos a sacar las armas si es necesario" llegó a declarar un alto cargo del Ministerio en un ataque de pasión lingüística inexplicable. Aseguró que otras necesidades educativas en el país podían esperar.
Y en eso estoy. Mi alumno estrella es un bengalí que lleva treinta años de cocinero en una de las cavas de la Plaza Mayor, y que nunca antes había oído el término bien pronunciado. Estoy utilizando con él diversas técnicas pedagógicas para que se olvide de las cocretas y se pase a la croqueta de verdad. Le obligo a hacer la rana diciendo CRO más de quince mil veces seguidas en una mañana (le propongo saltar también como una rana, para amenizar la clase y motivarle). Aún queda QUETA, pero creo que en eso dará menos trabajo. 
"Tampoco lo veo tan grave" me dice Reme, que es la yaya de unos chiquillos que viven a la vuelta de mi casa. Se niega a aprenderlo a decir bien y cree que si deja de decir cocreta, esas ricas masas empanadas no sabrán igual.

10/24/2016

EXPOSICIÓN ATÓPICA

La semana pasada recibí una llamada de un viejo amigo que, después de haber trabajado durante años como abogado, había decidido sentar la cabeza y hacerse artista de vanguardia. Me comentó que inauguraba una exposición  en el herbolario "A la rica Tila", que por lo visto es un lugar puntero en el lanzamiento de nuevos artistas. Q. añadió: "dile a la pandilla de verano que venga contigo".
Aparecí allí con Mariví, que acababa de llegar como cooperante de una ardua misión en Estocolmo; con Chus (Jesús Alberto), que era el gracioso de la pandilla; con Mica(ela) y Maca(rena), las hermanas más sexys de la pandilla que seguían conservando el título después de haber parido nueve hijos entre las dos; y con Ron(erto) y Rod(rigo), otro par de hermanos que no se parecían entre ellos. Al vernos después de quince años lloramos emocionados lo que se dice quince segundos, para quedar bien, y decidimos entrar a ver lo que Q. nos tenía reservado.
En la entrada había un cartel que decía en letras hechas con regalices pegados:
  
EXPOSICIÓN ATÓPICA

y dos pasos más allá, una anciana con el emblema del herbolario zurcido en el delantal nos recibía con una copa de champán llena de algo blanco y cremoso, diciéndonos lo siguiente: "no lo beban, que es crema de yoyoba para pieles atópicas. Úntenselo por cara y extremidades. Todo le resultará realmente ATÓPICO".
A continuación, sonó una música como de peli de Stephen King y, efectivamente, lo siguiente iba a ser tan misterioso como inesperado. Rob gritó: ¡Cuidado! y, a punto de pisarlo, encontramos una vomitona tiesa en el suelo con un cartelito al lado en el que ponía: BOTELLÓN EN TRIBUNAL'97
Técnica de avellanas con crema de puerros en Thermomix.
Aquello nos provocó sentimientos encontrados entre la nostalgia y el asco y, sin darnos tiempo a decidir entre uno u otro, un hombre con un batín abierto y por lo demás totalmente desnudo, se nos cruzó patinando mientras tocaba una pandereta navideña. "Pero si aún es octubre" exclamó Mariví, que era la más lista de todos. Las hermanas Mica y Maca señalaron la siguiente obra de arte, que era un cartel escrito por la mano derecha de alguien zurdo:

AQUÍ ESTÁ SENTADO EL HOMBRE INVISIBLE. NO TRATES DE TOCARLE, PORQUE SE APARTARÁ.

Chus alucinó y comprobó que, efectivamente, el hombre invisible se había retirado de allí cuando él pasaba la mano. Nos quedamos boquiabiertos mientras la música de Expediente X nos perseguía y el de los patines mojaba sus deditos en nuestras copas de crema y nos untaba las caras sin cuidado, como para recordarnos lo atópico que era todo, incluidas nuestras pieles.
Las luces se apagaron y más invitados se amontonaron junto a nosotros. Un foco iluminó a Q. al fin, que llevaba un kiki justo encima de la frente y un micrófono en la mano, y que dijo: "Gracias por estar aquí. Espero que todo esto os parezca una mierda gigante" y acto seguido tiró el micrófono violentamente al suelo y se lo cargó, claro. El sonido estridente típico de los micros cuando no funcionan nos destrozó los oídos, y Q. aprovechó para coger una comba y saltar mientras cantaba: "A la comba, combita, combita, combaaa..." al tiempo que luz desaparecía de nuevo y su voz se esfumaba como con eco. Al volver la luz aparecimos frente a un espejo gigante que nos hizo saltar a todos del susto, y mucha gente aprovechó para retocarse el colorete. Unas flechas luminosas  brotaron en el suelo y el de los patines las seguía frente a nosotros, guiándonos ya sin batín siquiera, y llevando escrito en los cachetes:

SÍGUEME HERM (y una flecha que señalaba a su ANO completaba el mensaje).

Uno de los chimpancés que trabajan mano a mano con Q. ,
dando una clase práctica de pintura con acrílicos en la facultad
de Bellas Artes.
Le seguimos por unos pasillos laberínticos a través de los que se oían risas de personas de la tercera edad, seguramente sacadas del público de algún programa de María Teresa Campos. Una cebra-globo gigante con un puro en la boca se nos cruzó volando, y un eructo en off trajo de nuevo el silencio. La anciana de la entrada nos rellenó las copas de crema, y dos chimpancés llegaron trayendo ante nosotros un precioso cuadro multicolor de una belleza sorprendente. "Ooooooohhhh" exclamó todo el mundo.  "Los que no vayan a comprar la pota o el cuadro, que se larguen ya" dijo la voz en off, que era seguro la misma que había eructado. 
Tardamos tres segundo en desaparecer. "Pues chica, yo la pota la habría puesto de centro de mesa si no fuera por los niños, que se la comen seguro" dijo Maca mientras Rob y Rod no le quitaban el ojo. 
Llevo toda la semana repasando una y otra vez la exposición y sus partes. Realmente atópica...

10/03/2016

CARTELERA CULTURAL: CINE DE VERANO

Título: Cine de Verano
Género: Autoayuda y Thriller despiadado.
Duración: Lo que dura el tercer acto de King Lear en portugués.
Director: Cheis Yoverty
Productora: Ma' Ranna Productions
Actores: Jordi Hurtado (como técnico que trae e instala el equipo de cine en el pueblo), Miriam Díaz Aroca (como estatua en la Plaza de la Fuente), Elsa Pataky (cameo como portada de una de las revistas favoritas de Manoli), Kina Rui, Mela Grownstick, Donald Aguilar y Fonsi Nieto.


Manoli corre emocionada a montar el cine de verano, pensando
que esa panda de borrachos no volverá a pisar su local.
La vida es un tostón en una localidad del suereste manchego, y los siete vecinos del pueblo pasan el verano igual que el invierno: sin diversión y sin turistas de carretera. Manoli, la del bar, está cansada de tener colgados de la barra a los tres viejos de turno (su marido incluido). “Tol día” les dice, “tol día aquí”. En eso que la tele del bar sufre un cortocircuito y por primera vez recibe la señal de otros canales que no son el de Castilla La Mancha, y viendo la 2 se entera de lo que es un cine de verano. La idea seduce a Manoli: “si les pongo un cine en la Plaza de la Fuente, nadie vendrá al bar a dar la lata”. Así que coge los ahorros de toda su vida (tiene 38 años, pero aspecto de 65) y los invierte en comprar una pantalla de cine, proyector y licencia para 30 películas de la Warner Brothers. El pueblo entero acude al primer estreno con la emoción y la borrachera característica, con tan mala pata que la primera película en proyectarse por azar es “un sábado de sabuesos”. El pueblo no comprende los mensajes ocultos del cine de autor y, desesperados, incluidas las otras tres viejas que componen el censo, acuden al bar y se ponen de tinto hasta arriba. La película termina con una imagen de Manoli cacareando ante la pantalla de cine, sentada sola en la Plaza de la Fuente.

9/14/2016

Brote artístico irracional

Beltrán es un skater de 40 años que tiene el síndrome de no-maduración o, lo que es lo mismo, miedo a que te llamen Señor. Suele ir enseñando los calzones por arriba del pantalón y luciendo media melena, y le encanta acudir a eventos culturales en la ciudad al estilo “swing y concurso de engullir huevos crudos” o “grabación de un corto sobre perritos monos”. Por todos estos méritos y por estar más perdido que Mick Jagger en el festival de Benidorm, decidí llevarle a la mansión de mimbre de mi prima Pili Grossa, que acaba de convertir en el Bed and Breakfast más ligero de la ciudad. 
 "Gavilán Palomo Picassiano",
 obra resultante del brote artístico
a base de fruta y verdura del
Carrefour. 130x180cm.
Aquella mañana Pili tenía dos inquilinos: Charly, un rapero andaluz de diecinueve años a su paso por la aventura más alucinanre de su vida: conocer Chinchón; y Rodrik, un galán nórdico cuya dentadura era tan blanca como para utilizarla de bombilla si saltaban los plomos. Ambos se acoplaron en el salón de Pili Grossa con nosotros y participaron de una animada conversación que comenzó con el tema “¿Recordáis a Concha Velasco presentando Viva 87 aquella nochevieja?” y terminó con “¿qué hacer si a los 65 tengo piorrea y tienen que sacarme los piños?” Todo fue, por tanto, muy bohemio: el ambiente, los temas, los altramuces, Pili Grossa en bata de seda, Camela de fondo, Beltrán, Charly y Rodrick rodeándonos y haciendo bulto… todo aquel halo me hizo entrar en erupción, ir a la cocina a coger una lombarda fresca y yogur griego, esparcirlo por el suelo con movimientos espasmódicos, agregar pétalos de un geranio medio muerto que colgaba por el balcón, y gritar “cha, cha cháaaaaa” al mismo tiempo. Mis cuatro acompañantes llamaron a Mari, la vecina del quinto, que es psicóloga y trabaja en los servicios sociales. Tardé muy poco en recuperarme y me defraudó su actuación, tan sensata, de llamar a Mari en lugar de participar en aquel brote artístico irracional, especialmente por parte de Beltrán, que era mi invitado. Mari me dio una pastillita mágica y me hizo comprender que tengo el estrés propio del escritor que va a presentar su libro más descarado “prepara bien ese acontecimiento y, por lo demás, déjate de gilipolleces”. Qué palabras tan sabias…

8/07/2016

Gavilán ataca de nuevo: La presentación

Tuve que tragarme el orgullo y acudir a mi Antigua jefa, Joe Wang, de la clínica podológica, para pedirle que me dejase su local de 5 metros cuadrados para hacer la presentación de Gavilán Palomo, la Novela.
Lo primero que me chocó es que después de haber trabajado para ella durante cuatro años, limándole los callos a las viejas del barrio, no se acordase de mí. Cuando le expliqué que había sido su empleada ilegal más duradera me dijo sin miramiento que si quería volver a trabajar allí tendría que hacer prácticas durante los dos primeros años, porque así lo decía el nuevo convenio de los contratos ilegales.
Le paré los pies y le dije que me había propuesto ser una escritora famosa de la noche a la mañana, y que necesitaba su local de 10 a 12 de la noche un sábado para presentar la novela. Joe me miró por un segundo mientras le serraba el callo al portero del 19. “Vale” me dijo sin más. Quizás recordó de pronto la cantidad de pies repelentes que saneé en aquella cueva clandestina.
La presentación estaba programada, el público convocado, los pinchos de salami y el vino en brick preparados. El sábado a las 9.45 Joe Wang me dejó la llave, y en ese cuarto de hora China y yo limpiamos el lugar de callosidades y porciones de pie, y logramos envolver el decorado con papel pinocho azul que hacía una doble función: por un lado, ocultar las herramientas antidurezas más insospechadas y, por otro, evocar el mar, escenario permanente en mi novela. Negri quiso colaborar y se plantó uno de esos trajes de cerillera de cabaret con cofia, con una bandejita llena de ejemplares que vendería al personal  mientras yo daba un pequeño discurso sobre Mirroque de Mar y su background como pueblo bohemio del Levante.
La cara de incomprensión del
pequeño Rafael Walterson,
uno de los invitados a la
presentación, al leer que ésta
se pospondría hasta septiembre
Cuando andaba ensayando mi discursito sin fundamento, se escucharon unas palmadas desde el fondo (a 25 centímetros de mí) de la sala. Un foco que salía del fijador de mechas me apuntaba a la cara y no me dejaba ver la silueta de la que procedía el sonido. “Todo eso está muy bien, Mina Patuco, pero deberías contarles quién tuvo el valor de ponerse en manos del Mago Carrasco, o quién  aguantó la visita de aquellos americanotes en su habitación…” Sus palabras resonaron en mi cabeza como el renacer de una pesadilla olvidada. “¡Loreto!” exclamé apretándome las sienes deslumbrada, “Loreto, ¿eres tú?” Negri consiguió apagar el foco, pero para entonces ya era tarde. En lugar de Gavilán, había unas cuartillas fotocopiadas con la siguiente información:
“LA PRESENTACIÓN DE GAVILÁN PALOMO, LA NOVELA, TENDRÁ LUGAR FINALMENTE EN SEPTIEMBRE. LARGO DE AQUÍ”.
Observamos que el escaparate estaba forrado con aquellas cuartillas, y que nadie había esperando fuera. No pude creerlo. Gavilán me la jugaba de nuevo, y esta vez había actuado a su conveniencia. ¿Habría algún motivo para que quisiera que la presentación se celebrase en septiembre? ¿Tendría algo preparado? ¿Iría tal vez a hacer uno de sus numeritos de claqué improvisado?

China, Negri y yo aprovechamos lo que quedaba de la velada para hacernos los pies.

5/31/2016

Cartelera cultural: Pata de camello.

Título: Pata de camello. (Pesadilla en el gimnasio)
Género: Thriller terrorífico familiar
Duración: No se sabe hasta que no la vea alguien completamente y cronometre.
Director: Pedro Ruiz "el Otro"

Productora: PiCHICHI producciones
Actores: Remedios Carnaby en el papel de Minesotta Perales. Pluto Smith como Antoine.

Minesotta Perales coincide por casualidad con su vecino Antonie en el ascensor del edificio, y él aprovecha para presentarse y contarle todos los entresijos de su vida, llamándole además "reina", "cariño" o "princesa".
Al día siguiente, Antonie la saca de la cama a las 8 de la mañana, pidiéndole que se calce unas mallas prietas y una camiseta corta. La tensión y el misterio se hacen patentes hasta que llegan, cantando a Juanes, al gimnasio donde él trabaja como monitor de zumba. En un arrebato de sinceridad, Minesotta le aclara que ella no ha hecho deporte desde 1999, en que ayudó a levantarse a un anciano que se había caído por la calle. Después de hablarla de nuevo sobre sus últimas seis relaciones y su perrito caniche, Antonie le aconseja meterse a clase de Pilates, y la despide con dos besos. 
La secuela de Pata de Camello está rodándose.
En ella, Minesotta acude a una corrida de toros
donde se verá amenazada por otro tipo
de visiones.
Al entrar en la clase, todo parece normal: mujeres en mallas mirando hacia un monitor cachas. Minesotta toma posición, y el primer flashazo violento llega a través del espejo que tienen de frente: todas las mujeres, incluida ella misma, van marcando hucha. Hucha de alante. Minesotta había aprendido cómo llamaban aquel efecto los yankis cuando estuvo estudiando COU en Virginia: PATA DE CAMELLO o camel toe. El monitor comienza un estiramiento sencillo y todas las mujeres de la clase están encantadas, mientras Minesotta no puede soportarlo. Trata de ahuecarse las mallas, bajarlas un poco, pero no hay manera. La pata de camello la persigue, y se ve rodeada de otras tantas. Hace la clase mareada, tratando de no decepcionar a Antonie. El monitor cachas, sencillamente, finge no ver nada. ¿Es que sólo ella percibe en el espejo aquel espectáculo? 
Al acabar la clase, Minesotta espera a Antoine en un banco de la recepción del gimnasio, donde decenas de patas de camello se pasean delante de sus narices, alternando con pantalones de algodón sueltos para la mayoría de los hombres y, muy de vez en cuando, un paquete prieto nada espectacular. Su mareo se agudiza perseguida por aquellas dos palabras que aprendió en el viejo continente, y sentada cabeza abajo, y a ojos cerrados, la mano de Antoine la sorprende y la hace gritar impulsada por una fuerza incontrolable: ¡¡PATA DE CAMELLO!!
Todos quedan petrificados y Minesotta espera un linchamiento masivo de mujeres con pata de camello. Pero no ocurre. Simplemente vuelven a la normalidad sin entender nada. 

Críticas:

Revista Vaujuan: "Sin duda esta película supone una masterclass de gramática inglesa, ahora sé lo que significa camel toe, más allá de su significado anatómico animal".
Vago's Magazine: "Es una feroz muestra del daño que hace ir al gimnasio".
Revista Fuerte y feminista: "Conseguiremos que la malla masculina sea una prenda trendy, y entonces, veremos si pata de camello o morcilla de burgos". 
Revista Amigos de los animales: "No hay derecho a que utilicen la patita de un animal tan noble como un camello para referirse al chichi. Tomaremos represalias." 

**Para los afectados por el mal del Camel Toe, por favor, tómese nota: camel tame

5/27/2016

ME LARGO (de nuevo)

No llegué a contaros los motivos por los que dejé la clínica podológica donde trabajé (entre otros) hasta hace un par de meses, y hoy he encontrado este relato, que escribí muy confiada después de mandarlo todo a paseo. Dice así:

Al fin reniego de mi trabajo de lunes, martes y viernes. La podología no es lo mío, ni la "estetiSIÉN" tampoco. Llevaba algo de tiempo tratando de decirle a Joe Wang, mi jefa, que quiero largarme de aquí. Me sentía mal, culpable, como si le fuese a hacer la faena del siglo. Pero al fin se lo dije: "Joe Wang, que quiero dejar esto". Joe me clavó su mirada profunda y oriental y me dijo: "¡Claro! ¡Haz lo que te venga en gana!" Luego eructó y dijo "¡salud!". Entonces, tentada por la idea de recular en mis palabras, vista la poca importancia que me brindaban después de darlo todo durante los tres últimos años, entró un albañil de 67 tacos, recién llegado de enyesar, grueso y con un olor corporal similar a una Wopper XL, y exclamó: "Hohe, he vengo de la hohra, tengo loh pieh ahí ahí, me loh laváih y alicatarme lah uñah y eho".
Lijadora con la
que mi compañera
Ani, la arquitecto,
lijó los pies del
albañil.
Se quitó las zapatillas de estar por casa y se dejó ver dos cocodrilos momificados, o lo que era lo mismo, sus pies. Joe Wang me miró y entendí que era un regalo para mí. Entonces me sentí reafirmada en mi decisión y me largué, dejándole a mi compañera Ani aquel marrón. Mi abuela dice que hay cosas peores que mi trabajo, y no lo dudo. Pero es hora de hacerme entender a mí misma que podría haber otro futuro. Sobreviviré trabajando en la pastelería vegana los miércoles y jueves y como canguro de esos pequeños hijos de la vecina. Lo que más me anima en estos momentos, hoy en concreto, en mi primer día de libertad, en que me he apuntado a un curso presencial de ganchillo, arte floral y poemática, tres en uno, en Bar Manolo. 

El curso de Bar Manolo no fue para tanto. Pero he sobrevivido hasta ahora. Os seguiré informando.

4/21/2016

La primera vez que me colé en la disco... Parte II (o "persiguiendo a Carlos Chamizo, Pito de Oro")

Os dejo con la historia prometida, la que ganó el concurso "la primera vez que te colaste en la disco", y que completa el post de ayer. Es una apasionante historia con un final de traca. 

La primera vez que me colé en la disco fue persiguiendo a Carlos Chamizo, un pijete de mi clase al que apodaban Pito de Oro. Chamizo o Pito de Oro, según te dé, era el tío más bueno de todo bachillerato y ni aún tirándose pedos en clase como el resto de los chicos perdía su atractivo. 
Chamizo Pito de Oro a la salida de Pachá, a punto de llevarme
a su casa, en plena noche. 
Pito de Oro era relaciones de una disco de renombre más que mundial. Las chicas nos lo rifábamos, y yo especialmente perdía el culo por él. Me armé de valor, y pesar de que ni tenía la edad ni la cara de pija que caracterizaba la fauna que frecuentaba la disco, me fui para allá.
Cuando estaba en la cola, me entraron ganas de hacer pis, y tenía hambre. En el bolso, había media raja de salchichón que mi hermano pequeño había pegado jugando, y me la zampé. Aquello me quitó las ganas de comer, pero no las ganas de hacer pis. Llevaba desde las siete de la tarde haciendo cola, “ni que fuese un concierto de U2” oí decir, eran ya las 10 y yo seguía con el baile de San Vito. De pronto, comencé a pensar en la raja de salchichón porque me aburría, y me di cuenta de que podría llevar en aquel bolso fácil varios meses, y que tal vez estuviese envenenada por el cuerazo interior del bolso de segunda mano. La tripa se me revolvió, y comencé a tener angustia, ganas de potar, de hacer pis… era como si estuviese ya pedo, pero sólo con una raja de salchichón fermentada y un chorrito de pis que no encontraba la salida.
Así de pronto, la cola se agilizó, y llegué a la puerta con una cara terrible, el portero me miró y me pidió el carnet, y cuando estaba a punto de explicarle el truco de “se me ha olvidado”, ocurrieron dos cosas a la vez: vi a Chamizo Pito de Oro, y poté (una pota ridícula, de solo medio salchichón). Me tapé la cara para que Pito no me reconociese, pero lo hizo, y para mi sorpresa, pensó que yo estaba borracha, algo que inmediatamente me catalogó como una tía guay (yo, la pringada y empollona de la clase). Chamizo me recogió y me coló en la disco, me llevó al reservado y me dijo “te traeré una tónica”. Me di cuenta de que el pringado era él, sólo por no distinguir entre una pota normal y una pota de borracha, así que me aproveché de su equivocación y me meé encima, lo que me relajó bastante. Él estaba flipado con la aventura y me ofreció llevarme a su casa, pues sus padres estaban fuera el fin de semana, para dejarme ropa limpia. Yo eructé y él lo tomó como un sí. Por supuesto, ahora sólo me quedaba comprobar que su pito era de oro, y ya que había llegado tan lejos, no me iba a quedar con las ganas… 
Su moto era estupenda, y me agarré a él como a un poste en medio de un huracán. En un frenazo aproveché para tantearle “el apodo”, y parecía cierto. Su casa era aún mejor que la moto, pero al llegar a su habitación, estaba hecha un asco, y olía a calcetines con queso. Al mirar a la cara de Pito, lo del olor a queso se me olvidó, y ya sólo quería conocer el porqué de su mote. No quise andarme con rodeos, y ya que estaba supuestamente borracha, le dije: “¿quieres contarme y demostrarme por qué te llaman Pito de Oro?” Acompañé aquella frase con una caricia en la rodilla de Chamizo, que no se sobresaltó ni lo más mínimo porque estaría acostumbrado. “Bueno”, respondió, “al contrario de lo que todas pensáis, lo de Pito de Oro fue porque los de sexto me dieron un premio al mejor árbitro hace dos años. Arbitro de los partidos de 6º a 8º y dicen que soy muy justo. Mira, aquí está…” Fiiiiiu, fiiiiiiiiiiu, fiiiiiiiiiiiiiu, pitó Chamizo con todas sus fuerzas un pito que había sacado del cajón de su escritorio y que parecía un churro. “Vaya mierda” se me escapó. El mito había muerto y ya no me interesaba Chamizo. “Pero si lo que quieres es verme la pirula, mira esto” me dijo de pronto, y se la sacó. No es que estuviese mal, pero qué narices, yo tenía 15 años, me había comido media raja de salchichón pasado hacía media hora, y me dio un asco que te cagas. Salí despavorida ante la visión de aquel pirulón, y no volví a dirigirle la palabra a Chamizo en la vida, aunque él, desde aquel día, sigue enamorado de mí.

Fdo:  MaCU LOcalí Ente

4/20/2016

La primera vez que me colé en la disco... Parte I

Muchos sois los que me escribís rogando que vuelva a publicar las secciones del Fanzine de Gavilán Palomo que publicaba en fotocopias a principios de este siglo. Y la verdad, es que hay mucho material que merece la pena compartir con los seguidores del blog que no pudieron leer aquel fanzine de Kutrelux Ediciones.

Hoy os dejo con el apartado de las preguntas. Cada semana lanzábamos una pregunta a los seguidores, y ellos respondían para verse publicados. Esta pregunta en especial trajo cola. Tanta, que mañana publicaré la segunda parte con más respuestas, pues no tienen desperdicio. Aquí va:

¿Cuándo fue la primera vez que te colaste en una disco?
Pachá, Green, Navy, Morasol… Nombres tan conocidos como pasados de moda, ¿estamos de acuerdo? Pero, ¿no significaron acaso el comienzo de una época dorada en la que empezamos a consumir cubatas, Martinis y San Franciscos? ¿En la que se llevaba el “quieres rollo” y ni siquiera existía el botellón? ¿En la que creíamos saber bailar pero éramos potantes? Veamos lo que nuestros lectores y colaboradores tienen que contar al respecto…

Los pantacas de la cremallera oxidada
que aún guarda la madre de China Town
en los altillos de su casa.
La primera vez que entré en Navy era 1991, y yo llevaba unos vaqueros de mi madre de 20 años atrás. Aquellos vaqueros eran lavados a la piedra, medio grises y asfixiantes. Era el final de octavo, verano casi. Cuando me acerqué al portero de Navy con tanta cara de vieja como pude, incluido relleno pectoral de papel higiénico, me dijo “llevas la bragueta abierta, y no es pequeña”. ¡Era cierto! La cremallera estaba oxidada, traté de subirla ante la gente, llena de vergüenza, mis amigas me odiaban por hacerles esperar y tenerlas más aún en vilo, el capullo del portero se meaba de risa con disimulo, y no decía ni pasa ni quédate. Al final me dijo “anda, pasa”. Yo me cagué en mi madre, que fue la que me animó a ponérmelos, y entré a la disco con menos ganas que nadie. Me tomé un Martini, no bailé, no conocí a ningún cerdo, y me volví a casa. Tampoco me comí ninguna rosca aquel año.
Fdo.: Chinatown
PD: a partir de aquel día se me repitió un sueño fantasmal: el portero de la disco trata de subirme la cremallera fallidamente, y después de él, toda la calle hace cola para subir la maldita cremallera oxidada… tres años más tarde, los sueños cesaron, yo estaba buenísima y aquel trauma se me olvidó.

La primera vez que me colé –o que traté de hacerlo– en una disco, fue en mi pueblo, Retruécano del Molinar. La disco era de mi tío abuelo, por lo que, aparte de que tenía sólo 7 años, debía tratar de que tampoco se diese cuenta de que era su sobrino nieto, así que decidí ponerme bigote postizo, pelo natural saliendo del pecho por la camisa, tacones de rejoneador, sello de oro en el meñique y un par de calcetines en el paquete. Las tres hostias que me dio mi tío no fueron nada comparadas con el humillante castigo de mis padres de llevarme vestido de esta guisa y con el paquetón el resto del verano, incluso en la piscina.

Fdo.: Paco Pérez (“Paquete” para los colegas desde aquel verano… ahora tengo 44)

3/30/2016

Pascua inesperada en los USA

Morgan es una estudiante de arte norteamericana que solía venir a hacerse los pies a la clínica podológica. Enseguida nos hicimos íntimas, y creedme que ser su amiga implica diversión, glamour, y estar a la última en lo referente al arte. Solía llamar a mi telefonillo a horas sin sentido para pasear por la ciudad en chanclas bajo la lluvia mientras bebíamos un capuccino en vaso de plástico y me conducía a galerías de arte clandestinas donde, por ejemplo, un hombre acuclillado en pelotas –el artista- cascaba nueces con el culo.

Hace unas semanas me escribió desde Baltimore y me dijo que recibiría por email un billete de ida y vuelta para pasar con ella las vacaciones de Semana Santa. Lo más cerca que yo había estado de América fue cuando tuve aquel affaire con el Pipas en Mirroque de Mar en 1999.

No puedo alargarme tanto en un post, tendría que postear durante 30 días seguidos para contarlo todo, pero os haré un resumen de lo que he visto y vivido allí, confiando en vuestra paciencia:

-Llegué al aeropuerto Internacional de Dulles (Washington DC) a las 4 pm mientras Morgan por lo visto me fue a buscar al de Baltimore (olvidé deciros que Morgan fuma bastante, pero no tabaco)
-Dejé el móvil en Madrid porque Orange amenazó con cobrarme 12 euros por un minuto de datos, y no quería arriesgarme.
-Me di cuenta de que no tenía el teléfono ni la dirección de Baltimore de Morgan. 24 horas después de esperar, también me di cuenta de que no vendría a buscarme. Esperé otro día más con alguna esperanza, y conocí a varias personas allí, entre ellos un poli enrollado que me llevó al centro de la ciudad para que buscase un hotel (yo no tenía ni un duro). Después de ver la Casa Blanca (menuda cosa) y 5 museos Smithsonian gratuitos, subí al zoo en Connecticut Avenue e intercambié miradas de solidaridad con los orangutanes. Nuestra sensación de soledad era la misma.
-Durmiendo en un banco tuve una revelación, y por la mañana puse un puesto callejero con mis camisetas de Zara compradas a 2 euros en rebajas, sacando más de 300$ sólo por tres de ellas.
-Crucé el Potomac en barco y llegué a Alexandria, en Virginia, vestida con un traje nuevo de 3$ del JCPenney. Allí conocí a un muchachote que creyó que era pariente de Sofía Vergara, y me pidió matrimonio.  Le dije que no, pero sí acepté un viaje al día siguiente al Maryland profundo, cerca de la bahía de Chesapeake, para conocer a su familia. En el coche, me quité la camiseta y grité por la ventana sólo por honrar a los beatniks, y fuimos detenidos.
-Al sheriff del condado le gustó mi planteamiento, y por lo visto era pariente muy lejano de Allen Ginsberg, por lo que nos soltó. Llegamos a un lugar llamado Crisfield, donde la familia de Nick tenía un flea market (tienda de segunda mano). A pesar de que en ese pueblo no se le entendía nada a nadie, pude conseguir otros 300 $ por unas bambas Victoria que llevaba en la maleta, dinero con el que pagué un autobús nocturno a Nueva York, a donde llegué con unos Levi’s de segunda mano que me habían costado un dólar.
Fotografía totalmente improvisada
de los camareros del diner griego en
Nueva York
-En NY me desorienté y aparecí en Lexington Avenue, donde tomé un brunch en un diner griego. Trabajé unas seis horas en una tienda china de uñas cerca de Union Square haciendo los pies. Aunque me querían hacer fija, cogí mis nuevos 100$ y decidí volver a Washington, llegando allí en tren a las 9 pm. Me fui derecha a una taberna española en Dupont Circle que estaba muerta, donde todos los camareros eran latinos y la tortilla de patata era empanada de cangrejo. Al reconocer mi acento, el dueño (que tenía una entrada especial al comercio porque pesaba media tonelada) me ofreció 500$ si fingía bailar sevillanas al modo más pueril. Aunque me parecía un timo en toda regla, hice un numerito que me recordaba a uno que les hice a mis abuelos con 5 años, pero funcionó y llené el local. Ver a Lola Flores en la tele había servido de algo. Amanecí en un banco de la taberna, y me largué con mis 500$ en el bolsillo y una nueva oferta de trabajo fijo.
-Me tropecé con alguien y, al levantarme, sucedió algo impensable: estaba frente al Pipas, 17 años más tarde, pero era él. Ésta vez comía cacahuetes orgánicos y su aliento era más dulce. Nos abrazamos largamente y luego me preguntó quién era yo. Se lo perdoné porque estaba desesperada, y le conté lo de mi viaje entre lágrimas. Él se alegró de recordarme finalmente, y me explicó que estudiaba el doctorado en una universidad afroamericana, con una beca por ser blanco.
-Rememoramos el verano del 99 y unas horas más tarde me llevó al aeropuerto porque había llegado la hora de irse. Intercambiamos los emails e hicimos algo de drama gratuito.

Al llegar a Madrid recibí un email de Morgan que decía así: “Mina, ha sido genial pasar estos ocho días contigo en Baltimore.” No quiero imaginar a quién coj… se llevó aquella tía a su casa, pero ya se lo he perdonado. Y el Pipas volverá por vacaciones de verano.

3/08/2016

viaje en dirección opuesta

La pasada noche Morfeo vino a mí para mecerme en sus brazos oníricos y luego abofetearme bien fuerte. Pero eso sólo fue la primera parte del sueño. Yo lo interpreté como un aviso, una metáfora de lo que me esperaba: un sueño si no malo, al menos inquietante. 
Yo misma en mi sueño
(donde aparecía como un
hombre robusto), hablando
con mi prima, Pili Grossa.
Me encontré de pronto en la estación de Atocha esperando un tren hacia Lisboa, una de mis ciudades favoritas (a parte de Madrid y Chinchilla, poco más conozco). Yo parecía emocionada con mi viaje, y mientras hacía tiempo sentada en un sillón de esos que te dan un masaje por 50 céntimos, vi pasar primero a Mark Ruffalo y después a varias tortugas en fila india salidas del estanque artificial de la estación. Una de ellas me miró y me dijo que era mi prima, Pili Grossa, y que si nos íbamos de compras a Humana, que había descuentos en prendas interiores. Salí huyendo asustada, no por que Pili fuera una tortuga, sino porque tenía la voz de Quique San Francisco. Al llegar a mi andén apareció un ser peludo y enano a mi lado que me decía: "¿Y si coges el tren en dirección opuesta? Vamos, cambia de aires. Vamos, atrévete. Vamos, confía en mí. Vamos, échale valor. Vamos que nos vamos, ¡otra muñeca chochona!" Y en ese instante en el que el tono de la frase se convertía en el de un feriante de tercera, me desperté sudorosa en la litera de mi buhardilla-estudio. Ya debajo de la litera, en la chiki-cocina, tomando leche con Eco y recomponiendo el sueño, me di cuenta de algo que me erizó el vello de los muslos: justo en dirección opuesta a Lisboa se encontraba Mirroque de Mar.

2/15/2016

NOTICIA DEL DÍA: Sobredosis de gotas de azahar.

Mujer sufre un ataque severo debido a una sobredosis de gotas de azahar.
  La mujer, que frecuentaba las clases de yoga y era adicta a los talleres de patch work adaptado al reiki, había recibido recientemente el apoyo espiritual de una pitonisa del Canadá que, entre otras muchas cosas, le había dicho: "una mujer muerta te acompaña en todo momento, te preocupa tu relación con un hombre, y debes aprender a decir que no".
Al fingir el desmayo, Candelaria Ortiz
cayó por fortuna sobre una pelota de
pilates que acababa de escaparse a la calle
por una ventana del gimnasio de al lado.
  Quedando altamente impactada ante estos augurios, aludiendo que "sin duda se refiere a mi abuela, a mi marido y a mi inseguridad", y siguiendo los consejos de la guía espiritual o pitonisa, compró un geranio orgánico para tenerlo en casa y un frasco de gotas de azahar de 2 ml para administrárselo en 3 gotas diarias, una después de cada comida. 
  Siguiendo estas indicaciones, la mujer comenzó a sentirse mucho mejor y, en un arrebato de ansiedad por ser más y más feliz, procedió a echarse al cuerpo el ml que quedaba en el bote así, a cascoporro. Consciente de que había ingerido una sobredosis, aunque fuese de azahar, la mujer se echó al suelo como desmayada, se rasgó el vestido aposta, cantó akuna matata con voz de ultratumba, llamó a la prensa, y actuó de modo melodramático, teniendo la poca vergüenza de contarles lo ocurrido a los trabajadores del SAMUR, que venían a rescatarla. 
  Ante tal panorama, Candelaria Ortiz fue redirigida a las urgencias psiquiátricas de la clínica "FREUD-Y-ANO" donde reconocieron enseguida su síndrome, "gilipollitis mística", que por lo visto está ahora muy de moda. 

1/20/2016

SUSTITUCION OFICINESCA


La semana pasada he estado sustituyendo a mi amiga Mona, que se ha roto una pierna, en su trabajo de oficina. Algo aburridísimo, sobre todo en lo referente a perseguir a clientes para que paguen lo que deben.

Os retrato una conversación real por teléfono, tratando de contactar con la gestora de pagos de unos conocidos grandes almacenes:

-Holaaaaaaa! ¿Está Consuelo?
-Y con Pared. Qué gracia, ¿no?
-¡Hombreeeeeeeeeeeeee! ¡Raúuuuul!
-¿Quién llama? ¿Es una broma?
-No, soy Mina Patuco. La que no es Mona. La de la PLAC S.A., los fabricantes de fajabragas, que no tenemos nada que ver con PLAXA S.A. aunque suene parecido...
-¡Si, sí! Por favor, basta, ya lo he entendido.
-Si no hay nada que entender, hijo. Bueno, ya me estás poniendo con Consuelo.
-Ya lo pillo. Es por ella por quien preguntas.
-Qué locuaz.
-Un momento a ver si no está en el servicio  ni en el desayuno ni en la comida ni haciendo algo por lo cual no pueda atenderte.

Se cree que desconecta, pero se oye todo:
"Se oyen patatas crujientes en
la boca de Consuelo mientras habla".

-Consu! Es la plasta de PLAC. Una de las dos. ¿La mando a tomar por culo según el plan acordado A o el B?
-¡El B, por favor! El A ya se lo saben.
Se oyen patatas crujientes en la boca de Consuelo mientras habla.

Retomando el teléfono, Raúl:

-Hola Mona.
-Es Mina.
-Eso, Maura. Está vomitando, que hoy le han sentado mal los entremeses.
-Ok, pobre... Pues que me llame cuando se acabe las patatas.
-Sí, claro, enseguida. 
-Pero que lo haga, ¿eh?

-Que sí, que sí, hasta pronto Mica…

Mi sustitución ha terminado, y Consuelo nunca llamó de vuelta. Le deseo suerte a Mona, así como que le toque pronto un pellizco en la lotería para largarse de allí cuanto antes.