"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


3/19/2019

CARTELERA CULTURAL: ¿José, papá o el Papa?

Título:¿José, papá o el Papa?
Género: Míxtico (en cuanto a que es un tema mixto: sobre padres y Pepes)
Duración: Dos horas de padre y muy señor mío
Director: Pepe Paterfamilias
Productora: Joselillo Rica, S.A.
Idioma: castellano antiguo
Actores: Pepi Nacho Radas, Paco Pepe Dazo, Pepón Telo y Josefina Damos, sólo para empezar. Pepín Reles como sirviente y Pepi Caronna como suegra de Josefi.
 
Argumento: Josefi se ha quedado encinta de Pepillo el de la funeraria. Es 1916, Mancheguillos de la Sarasa, provincia de Ciudad Real. Son la única pareja de novios del pueblo que se ha atrevido a mantener relaciones sensuales y sexuales antes del matrimonio, con tan sólo 33 años de edad. Pepillo aún está esperando enterrar a su padre (el oficio será gratuito, como puede intuírse) para heredar y poder casarse con la Pepi (que es como llaman a Josefi sus allegados). 
Pepi no sábe cómo darle la noticia al chaval, y decide hacerlo el día de San José, de una astuta manera: felicitará a Pepillo, sin especificar si es por su santo o "por el día del padre". Este inteligente plan se materializa la mañana de San José, llegando a la funeraria como un pincel, y diciéndole a su novio "felicidades, Pepillo". 
Josefi a punto de felicitar a Pepín por San José
Pepillo le da las gracias y un casto beso en la mejilla delante de sus padres. Pepi carraspea, como queriendo que él reflexione, y repite pacientemente: "felicidades, Pepillo". Los padres de Pepillo, bastante más espabilados, reflexionan sobre el tono de la frase. La mamá del lechón no encuentra nada, y se mete en la casa, aburrida de reflexionar. El papá frunce los labios y mira a Pepi entornando la mirada, mientras ésta asiente, como si se entendiesen ellos dos. Pepillo juguetea con unas tabas. El padre del chico se da cuenta de la noticia y muere ipso facto de un jamacuco, pensando en la verguenza que en aquellos años rodeaba un escándalo semejante. El drama quita el protagonismo al secreto de Pepi, quien se va a su casa decepcionada. 
En el entierro del futuro-ya-no-suegro, Pepi está decidida a dar la noticia sin rodeos, pero Pepillo la pide matrimonio, animado por la herencia que acaba de recibir, así que ella decide esperar a la noche de bodas para recordarle que lo que van a hacer ya lo han hecho, que la consecuencia es el embarazo, y que el bombo le ha quitado las ganas de que la toque un pelo hasta nuevo aviso. 
En un arranque de sofisticación, los guionistas del film deciden cerrar la historia con dos detalles significativísimos: uno, la última frase de Pepi en la cama nupcial, revelando su secreto y añadiendo "no me pongas la mano encima, Pepillo, que te la pillo"; dos, la cámara retrocediendo y haciendo panorámica de la habitación, donde hay una foto del Papa, Benedicto XV, presidiendo la escena y completando esta compleja red de José-Pepe-papá-Papa que abarca la película.

3/05/2019

Técnicas de descontrol del maestro Yayee

El taller de Yayee en el momento
de hacer los ruiditos.
Mi prima Pili Grossa me invitó a un taller del maestro Yayee que consistía en reunir a una buena cantidad de gente en un local de venta de quesos, hacer una relajación pélvica y repetir cada uno un ruidito sin fin. Yo escogí "¡pum, pum!" para dotar de alarma y emoción la sesión, pero el intento quedó enterrado bajo el "riqui, riqui" de la chica preciosa, el "hip, hip, hip" del hombre de edad y de los ruiditos de las otras 17 personas vestidas de amigos de Picasso que estaban allí. Aquello se extendió 12 minutos. Fue demasié. 
Me desperté con la cabeza como una olla express con el pitorro escacharrado y tuve que ir al pediatra a que me recetara algo.
(Acudo al pediatra desde hace años porque mi centro de salud está desbordado y, dada mi juventud en aquel momento, me ofrecieron esa posibilidad. Por su parte Roberto, el pediatra, siempre está encantado de auscultarme por cualquier cosa.)
En la sala de espera es cuando comenzó todo. Apareció un chico de 13 años con su madre. Se sentó, sacó el móvil y se puso a jugar. La mamá sacó el suyo. No se hablaron ni miraron en todo el rato. 
Luego llegó un bebote berreando con el papá. El papá necesitaba al parecer atender algo muy urgente vía móvil (me pareció ver que ponía algo así como "Marca") pero el bebote quería atención, así que el papá sacó una tableta y le enchufó unos dibujitos que le hicieron callar al momento y se quedaron muy felices los dos ignorándose mutuamente.
En tercer lugar llegó una adolescente con su madre. Y otro más. Y otra. Los tres directos a sus móviles, a penas se echaron un vistazo entre ellos. 
Un sentimiento de pena se apoderó de mí. Aquellos cachorros sólo sabían compartir el aburrimiento con el peor de los amigos: el aparatico más idiota del mundo. Algo se infló en mi interior y, sin poder dominarme, ni con los consejos del maestro Yayee, me vi diciendo:
"Soy el oso Pololo, en un momento, verás cómo molo" al tiempo que me quitaba los zapatos y comenzaba a hacer malabares con ellos y cacareaba como un pollo (contrariamente al oso que era).
La consulta pediátrica antes de
mi actuación.
El bebote y otro pequeñín de unos 5 años soltaron los aparatos al segundo y comenzaron a reír y dar palmadas como locos. Los adolescentes se resistían, mirando de reojo como si estuviese tarumba (¡yo!). Tener vecinos universitarios me mantenía actualizada en tendencias a través del patio interior del edificio, por lo que sólo tardé seis cacareos más en idear qué llamaría su atención. Sin saber cómo, me encontré haciendo tuerquing, perreando y cantando "el anillo pa cuando" y os aseguro que funcionó. A uno de ellos se le cayó el móvil al suelo y ni lo recogió. Otro trató de hacerme una foto para el instagram pero le hice un gesto de amenaza a la altura del cuello que entendió perfectamente, apagando y guardando ipso facto. Me fui animando y mezclé aquel número con el anterior y el oso Pololo cacareaba la canción mientras perreaba y tiraba zapatos por el aire. Algunos padres taparon los ojitos a sus hijos como si aquello fuese peor que darles una tablet. ¿No sabían apreciar el arte en directo? Al parecer se me fue de las manos el volúmen y al fin salió la enfermera y me llamó: "MINA PATUCO". Fue como pincharme siendo globo. Los malabares al suelo y yo callada y modosa. Me puse los zapatos y desaparecí tras la puerta de la consulta del doctor, no sin antes advertirles a todos, en un tono de voz precioso: "olvidaos de esas mierdas". Y al bebé le traduje, señalando el aparato: "Caca. Pupa." Para cuando entré en la consulta, el dolor de cabeza había desaparecido. Pobre Roberto.