"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


3/30/2016

Pascua inesperada en los USA

Morgan es una estudiante de arte norteamericana que solía venir a hacerse los pies a la clínica podológica. Enseguida nos hicimos íntimas, y creedme que ser su amiga implica diversión, glamour, y estar a la última en lo referente al arte. Solía llamar a mi telefonillo a horas sin sentido para pasear por la ciudad en chanclas bajo la lluvia mientras bebíamos un capuccino en vaso de plástico y me conducía a galerías de arte clandestinas donde, por ejemplo, un hombre acuclillado en pelotas –el artista- cascaba nueces con el culo.

Hace unas semanas me escribió desde Baltimore y me dijo que recibiría por email un billete de ida y vuelta para pasar con ella las vacaciones de Semana Santa. Lo más cerca que yo había estado de América fue cuando tuve aquel affaire con el Pipas en Mirroque de Mar en 1999.

No puedo alargarme tanto en un post, tendría que postear durante 30 días seguidos para contarlo todo, pero os haré un resumen de lo que he visto y vivido allí, confiando en vuestra paciencia:

-Llegué al aeropuerto Internacional de Dulles (Washington DC) a las 4 pm mientras Morgan por lo visto me fue a buscar al de Baltimore (olvidé deciros que Morgan fuma bastante, pero no tabaco)
-Dejé el móvil en Madrid porque Orange amenazó con cobrarme 12 euros por un minuto de datos, y no quería arriesgarme.
-Me di cuenta de que no tenía el teléfono ni la dirección de Baltimore de Morgan. 24 horas después de esperar, también me di cuenta de que no vendría a buscarme. Esperé otro día más con alguna esperanza, y conocí a varias personas allí, entre ellos un poli enrollado que me llevó al centro de la ciudad para que buscase un hotel (yo no tenía ni un duro). Después de ver la Casa Blanca (menuda cosa) y 5 museos Smithsonian gratuitos, subí al zoo en Connecticut Avenue e intercambié miradas de solidaridad con los orangutanes. Nuestra sensación de soledad era la misma.
-Durmiendo en un banco tuve una revelación, y por la mañana puse un puesto callejero con mis camisetas de Zara compradas a 2 euros en rebajas, sacando más de 300$ sólo por tres de ellas.
-Crucé el Potomac en barco y llegué a Alexandria, en Virginia, vestida con un traje nuevo de 3$ del JCPenney. Allí conocí a un muchachote que creyó que era pariente de Sofía Vergara, y me pidió matrimonio.  Le dije que no, pero sí acepté un viaje al día siguiente al Maryland profundo, cerca de la bahía de Chesapeake, para conocer a su familia. En el coche, me quité la camiseta y grité por la ventana sólo por honrar a los beatniks, y fuimos detenidos.
-Al sheriff del condado le gustó mi planteamiento, y por lo visto era pariente muy lejano de Allen Ginsberg, por lo que nos soltó. Llegamos a un lugar llamado Crisfield, donde la familia de Nick tenía un flea market (tienda de segunda mano). A pesar de que en ese pueblo no se le entendía nada a nadie, pude conseguir otros 300 $ por unas bambas Victoria que llevaba en la maleta, dinero con el que pagué un autobús nocturno a Nueva York, a donde llegué con unos Levi’s de segunda mano que me habían costado un dólar.
Fotografía totalmente improvisada
de los camareros del diner griego en
Nueva York
-En NY me desorienté y aparecí en Lexington Avenue, donde tomé un brunch en un diner griego. Trabajé unas seis horas en una tienda china de uñas cerca de Union Square haciendo los pies. Aunque me querían hacer fija, cogí mis nuevos 100$ y decidí volver a Washington, llegando allí en tren a las 9 pm. Me fui derecha a una taberna española en Dupont Circle que estaba muerta, donde todos los camareros eran latinos y la tortilla de patata era empanada de cangrejo. Al reconocer mi acento, el dueño (que tenía una entrada especial al comercio porque pesaba media tonelada) me ofreció 500$ si fingía bailar sevillanas al modo más pueril. Aunque me parecía un timo en toda regla, hice un numerito que me recordaba a uno que les hice a mis abuelos con 5 años, pero funcionó y llené el local. Ver a Lola Flores en la tele había servido de algo. Amanecí en un banco de la taberna, y me largué con mis 500$ en el bolsillo y una nueva oferta de trabajo fijo.
-Me tropecé con alguien y, al levantarme, sucedió algo impensable: estaba frente al Pipas, 17 años más tarde, pero era él. Ésta vez comía cacahuetes orgánicos y su aliento era más dulce. Nos abrazamos largamente y luego me preguntó quién era yo. Se lo perdoné porque estaba desesperada, y le conté lo de mi viaje entre lágrimas. Él se alegró de recordarme finalmente, y me explicó que estudiaba el doctorado en una universidad afroamericana, con una beca por ser blanco.
-Rememoramos el verano del 99 y unas horas más tarde me llevó al aeropuerto porque había llegado la hora de irse. Intercambiamos los emails e hicimos algo de drama gratuito.

Al llegar a Madrid recibí un email de Morgan que decía así: “Mina, ha sido genial pasar estos ocho días contigo en Baltimore.” No quiero imaginar a quién coj… se llevó aquella tía a su casa, pero ya se lo he perdonado. Y el Pipas volverá por vacaciones de verano.

3/08/2016

viaje en dirección opuesta

La pasada noche Morfeo vino a mí para mecerme en sus brazos oníricos y luego abofetearme bien fuerte. Pero eso sólo fue la primera parte del sueño. Yo lo interpreté como un aviso, una metáfora de lo que me esperaba: un sueño si no malo, al menos inquietante. 
Yo misma en mi sueño
(donde aparecía como un
hombre robusto), hablando
con mi prima, Pili Grossa.
Me encontré de pronto en la estación de Atocha esperando un tren hacia Lisboa, una de mis ciudades favoritas (a parte de Madrid y Chinchilla, poco más conozco). Yo parecía emocionada con mi viaje, y mientras hacía tiempo sentada en un sillón de esos que te dan un masaje por 50 céntimos, vi pasar primero a Mark Ruffalo y después a varias tortugas en fila india salidas del estanque artificial de la estación. Una de ellas me miró y me dijo que era mi prima, Pili Grossa, y que si nos íbamos de compras a Humana, que había descuentos en prendas interiores. Salí huyendo asustada, no por que Pili fuera una tortuga, sino porque tenía la voz de Quique San Francisco. Al llegar a mi andén apareció un ser peludo y enano a mi lado que me decía: "¿Y si coges el tren en dirección opuesta? Vamos, cambia de aires. Vamos, atrévete. Vamos, confía en mí. Vamos, échale valor. Vamos que nos vamos, ¡otra muñeca chochona!" Y en ese instante en el que el tono de la frase se convertía en el de un feriante de tercera, me desperté sudorosa en la litera de mi buhardilla-estudio. Ya debajo de la litera, en la chiki-cocina, tomando leche con Eco y recomponiendo el sueño, me di cuenta de algo que me erizó el vello de los muslos: justo en dirección opuesta a Lisboa se encontraba Mirroque de Mar.