A uno de estos mayoristas retirados le dió un jamacuco en plena calle, el pobre se quedó tan desmayado que la mujer del kiosco salió a hacerle el boca-boca como pudo, de modo improvisado. Creo que lo hizo tan mal, que el enfermo recuperó la consciencia por unos segundos sólo para rogarle que le dejara en paz. Sin embargo Fulgencia siguió con ello, mientras uno de los conserjes de la calle y yo nos ocupábamos de llamar a la ambulacia, que apareció en un momento y se lo llevó a la clínica, a unos 150 metros de distancia.
Aquel hombre nos pareció tan entrañable que los tres nos quedamos esperando el parte, por fín salió un médico y preguntó : ¿los familiares de Manolo Carretero? Entonces Fulgencia se levantó de un modo natural, y el médico lo interpretó como que era su mujer y el joven conserje y yo, sus hijos. "Está fuera de peligro. Le pondremos un marcapasos mañana por la tarde. Pueden pasar a verle", dijo sin andarse por las ramas. Pasamos los tres. Carretero estaba lleno de cables y medio atontado "quienes son ustedes", dijo; "¿por qué me han desnudado?", preguntó; "llamen a mi hermana Marijose", suplicó, y nos dictó nueve números.
Una empleada de Fulgencia, que ahora ofrece consulta médica en el kiosko |
Al salir a la calle agarré el móvil y marqué el número hasta que la tal Marijose cogió el teléfono y solté la bomba: "su hermano Manolo está muy cabLeado". "Pues por mí, que se le pase pronto el cabreo. ¿Eres una de sus amiguitas orientales?" gritó la hermana, y colgó. Yo tardé tres o cuatro llamadas más en hacerle entender que Carretero estaba realmente cabLeado, o sea, lleno de cables.
Ahí terminó la aventura. Excepto porque desde que ha salido del hospital, el tal Manolo y su amiguito el marcapasos le llevan flores a Fulgencia por las mañanas. Una pena que Fulgencia esté casada, aunque ahora Carretero tiene tiempo de esperar.