"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


12/17/2013

La misteriosa invitación navideña de Margaret Colby

La última vez que había tenido contacto con M.C. fue cuando me hizo una llamada, 20 años atrás, a mi casa. Al otro lado del hilo telefónico escuché: Dime la verdad, Mina, ¿hay posibilidades de que esté embarazada? Cuando me contó que la razón para creerlo era que se había dado el filete con Pedriño, el chico de los periódicos, en el portal de su casa y a plena luz del día, le colgué. Ya era mayorcita para saber que besuquearse no fabricaba bebés. Después de eso, no volvimos a tener contacto hasta que el otro día, a través de las redes sociales, nos invitó a una cena prenavideña en su casa a otras amigas extrañas del cole y a mí.
Al llegar a su puerta, me lo pensé dos veces. Me di cuenta de que, con el historial de M.C., podría estar a punto de entrar a cenar a casa de una monja franciscana, y eso me parecía poco atractivo. Pero nada más lejos. Una chica cuatro cabezas menor que yo y con una silueta estilizada enfundada en unos vaqueros prietos y tacones explosivos se presentaba ante mis ojos. Me fijé en que su escote era envidiable y que en una de sus manos llevaba un cigarrillo electrónico. Al ver que lo miraba me dijo “esto es natural a tope”.
“¡Margaret!” Exclamé. No podía creer que fuese ella.
“¡Pasa, por Dios, que la fiesta ya ha empezado!” Me dijo de un modo interesante mientras escupía una risa contagiosa.
Al llegar al salón, encontré al resto de la pandilla, todos y todas estaban impresionantes, y venían con algunas parejas variopintas, como un doble de Cayetano Rivera y otro de Kurt Cobain, e incluso un bebé.
Reían sin parar, como si llevasen horas haciéndolo. Busqué el payaso, busqué las drogas, los canutos, el youtube encendido… Pero la causa de su risa era otra.
Margaret volvió a subirse al taburete del que se acababa de bajar para abrirme la puerta, y retomó su actuación: “…y eso no es lo peor. Lo peor es cuando va el tío y me dice que qué desperdicio de metro cincuenta. Pero a ver: que tengo cuatro hijos y mi marido tiene veinte años menos que tú, ¡¡¡que es como si quieres arrejuntar a Ortega Cano con Kylie Minogue!!!”

Entonces todos se atragantaron de risa, más aún. Margaret se había convertido en una show woman y era la reina de la fiesta. También por lo de los cuatro hijos deduje que al fin había entendido cómo una mujer podía quedar embarazada. Cogí un refresco (en aquella sala no había alcohol) y me senté con el grupo a escuchar, y juro que nunca en mi vida me había reído tanto.
Momento en que Margaret nos obligó a todos a hacer el robot bailando el chiqui chiqui, y a una de las participantes se le saltó la tira del tanga, tal era la rigidez que había adquirido