"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


2/19/2018

Falsas apariencias

   Se acercó a mi y me dijo que se llamaba Minie Argensola y que queria depilarse la zona del bigote. Por más que quise, no vi ningún pelo. 
—No se deje llevar por las apariencias –me dijo–, simplemente soy rubicunda. 
Y así era. En cuanto Minnie se sentó, traje una lupa y comprobé que la mata de bigote era digna de estudio. Era increíble la suerte que tenía de ser rubia, rubia rojizo, y es que rojizo era también el color de su piel.
—¿Está segura de que se quiere depilar el moustache? Cuando nazca el nuevo pelo será probablemente negro y duro. 
Minnie se echó atrás enseguida y me dijo sin más rodeos: 
—Déjalo, ¿necesitas un plan de pensiones? 
—No –me sinceré–, ¿por qué lo pregunta? 
  Era evidente que trabajaba para Gallega de Oriente, la gran compañía de seguros y planes de pensiones. Lo del bigote había sido una excusa barata (cobramos sólo 3 euros por hacer la cera en el área moustache) para vender su producto. Pero ahí no terminó la cosa:
La preciosa Minie en una foto 
un poco forzada,
pintando uno de sus cuadros 
—También trabajo para Avón y vendo la "Termomics".
Además, llevaba pulseritas de cuero que entretejía en sus ratos libres, aunque los modelos estaban pasados de moda.
—No necesito nada de lo que me ofrece, sin embargo, sus profesiones me disgustan tanto como la mía propia, admiro su fortaleza humana y le ofrezco mi amistad.
—Me conformaría con un 10% en depilado de cejas.
—Sin problema.
  Así nos conocimos hace ya cuatro años y, desde entonces, hemos sido siempre amigas (aunque ella es mucho mayor que yo). 
  Hace unos meses le robaron el maletín con las pulseras, los seguros, los cosméticos y el último modelo de "Termomics", y perdió todos los trabajos de un plumazo. Sin embargo, le alquiló el trastero a sus padres y, como yo, trata de salir al paso como artista. Pinta cuadros con frutas y verduras orgánicas. 
  Esta misma mañana he pasado a verla por una exposición que ha montado con otros artistas en una casa ocupa donde algunos iluminados creen que Bob Dylan pasó su infancia.
Pendientes a base de mocos, del artista
Cachi Quechí. 
—Dejemos que cada uno crea lo que le dicta el corazón –me ha comentado mientras me enseñaba el edificio que, para colmo, se construyó en 1983.
—Ya, Minie, yo sólo dudo a veces de que vayamos a llegar a ningún sitio. Mira a esos que exponen contigo: ¿en serio crees que a todos nos mueve los mismo? Hay uno que vende pendientes hechos con mocos.
—Se lleva lo natural. No te dejes llevar por las apariencias, recuerda –me ha dicho guiñándome un ojo mientras se estiraba su bigote invisible, como símbolo eterno de las falsas apariencias –confía en ti, Mina, sigue adelante...
Quién nos iba a decir, aquel día en que nos conocimos, que podíamos llegar a ser más pobres aún de lo que éramos y que Minie volvería a fumar hierba pasados los cuarenta.




2/01/2018

Llamada inesperada

Mina Patuco al recibir la llamada,
justo después de haberse teñido el
pelo de rubio platino.
Ayer me llamaron al móvil "Vaya", pensé, "hace siglos que nadie me llama, el chat está destruyendo la lengua oral..." así que descolgué con una ilusión especial.
—¿Sí? –pregunté con mi mejor tonito.
—¿Mina?
Imaginaos que descolgáis el teléfono y la persona más famosa del país está al otro lado pronunciando vuestro nombre. Era Morgan Berro, el cantante del grupo Pizza Caliente, lo juro sobre la tumba del portero de mi finca que, desgraciadamente, murió intoxicado la semana pasada limpiando el cuarto de las basuras (lo explicaré en otro post).
—¿Morgan? –le dije, como si le conociese de toda la vida–, perdona, pero te has equivocado. Es como un milagro.
—No juegues conmigo, Mina, hoy no es un buen día.
—Me siento halagada de que te hayas equivocado, pero no soy la persona que buscas. Has marcado mal, y resulta que también me llamo Mina.
Me dio la razón como a los tontos, y enseguida comenzó a soltarme un montón de cosas malas que le habían pasado, me dijo que se sentía desgraciado y que yo era la única que le podía consolar. Como traté de hacerle entender, pero no quiso, decidí darle los consejos que me parecieron oportunos:
—Hay cosas mucho peores, imagina tener que limpiar el váter después de la visita del fontanero, o ser el rey. Las personas en esas situaciones sí que tienen problemas reales. Debería darte vergüenza.
Morgan se quedó callado y enseguida dijo:
—Yo sólo quería que vinieses a casa hoy, mi mujer está de viaje.
—¿Por qué no te divorcias de una vez? –le dije abusando de su confianza.
Se puso tan pesado que decidí quedar con él en un café del centro sólo para que comprobase que no era ESA Mina, necesitaba ver su cara de tontaina al descubrirlo. Por supuesto, fingí que iba natural, con vaquero roto y camiseta de los doors, pero me llevó más de una hora decidir el modelo y aplicarme las mascarillas oportunas. Al fin y al cabo, era Morgan Berro, un tío muy bueno.
Cuando entró por la puerta se plantó justo delante de mí, no supe cómo me había reconocido. Se quedó mirándome complacido, con una sonrisa de idiota, encantado de la vida.
—No tengo ni idea de cómo sabes quién soy, pero no soy esa Mina. –Él asintió con la cabeza y pronunció mi nombre con una voz horrorosa, como de grulla. Entonces, me vino a la cabeza un recuerdo muy lejano— ¡El Grulla!
Hice conexiones, eché mano de flash backs que me enviaba el cerebro a la velocidad de la luz... Manolo Berros, compi del instituto, enano y enclenque, con voz de grulla, sin desarrollo aparente llegados los 16 años, pecoso como él solo... se fue a vivir a otro país, de la noche a la mañana, por el trabajo de su padre.
—Mina, lo que me ha costado recuperarte...
El Gruya y Morgan Berro, vocalista
de Pizza Caliente,  contraste entre
pasado y presente.
No le pregunté quién le había dado mi teléfono, pero sí quise preguntarle de dónde había sacado aquel look y aquella voz maravillosa y, sobretodo, por qué, habiéndose hecho famoso hace ya años en esta misma ciudad, no había venido a buscarme antes. Me contestó a la pregunta sin tener que hacerla.
—¿Vamos a mi apartamento? Tengo un jacuzzi.
Estaba claro que había echado mano de su agenda de los 90, y que se había convertido en el cerdete que nunca, antes de los 16, había podido ser.
—Aparta de mi vista, o llamo al Diez Minutos.
Se fue con el rabo entre las piernas, pero no las mías. Yo también me había quedado con las ganas, pero el poliamor aún no es lo mío.