"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


3/04/2014

El flashback de media hora en casa de Ally Cornwell

El domingo me llamó A.C., una vieja compañera de juergas pre- universitarias, universitarias, postuniversitarias, y más allá de eso.
-Mina, querida, tienes que venir a casa y conocer a mis churumbeles. Son de ricas… Estará China Town.
Como bien aparece en la novela de Gavilán Palomo (que podéis solicitar gratuitamente en formato PDF pinchando aquí mismo), China es otra de esas amigas con las que todo eran aventuras nocturnas, salidas con los tunos, ponches con alcohol y persecución indiscriminada de tipos característicos (con pelo largo, y/o buen cuerpo, y/o pendiente, o ya en cierto estado cualquiera que se prestase).
La verdad es que trabajar cuidando a los dos niños robóticos entre semana me produce una cierta alergia hacia los críos el resto del tiempo. Aún no conocía a los críos de A.C, ni a los de China Town, pero al llegar allí quedé muy impactada. Gritos, cantajuegos, olor a cacotas… Parecía mentira que fuesen las mismas colgadas que en las fiestas de Serranejo de Parraolín se montaban en el Dos Caballos del pescadero borracho y se dejaban llevar a casa azuzando al hombrecillo con un látigo y asegurando que, puesto que eran “dos caballos”, irían más rápido. Las mismas que participaban en los concursos nocturnos de “baile de la Macarena sobre buey cabreado”. Las mismas que conocían los oficios y profesiones más rudimentarios a base de haberse codeado con estos profesionales, siempre mayores de 50 años, en un estado etílico importante. Las mismas que bailaban a gatas el tractor amarillo en el pajar de Apolonio; las mismas que se volvían locas por corear al grupo de rock folclórico “los Estrenos”…
Pimpollín es el muñequito sin el que Nina,
la hija pequeña de Ally, se niega a comer
En fin, eran ellas quienes ahora iban de dulzainas con cuatro criaturas muy monas, de menos de 90 cm cada una, hablando de lactancia materna, partos y cesáreas, como si todo lo demás no hubiese ocurrido nunca. Me plantaros a los críos encima varias veces, y hasta cambié pañales. Los maridos se habían vuelto dulces como ellas, yo me puse a rezar para que alguna quisiese retirarse para dar la toma de las 7 y dejáramos esa farsa… pero todos insistían en continuar la velada. A las 8, después de los baños y los potitos, ocurrió el milagro: los críos se durmieron.
Momento en que Ally cantaba una
 canción de Rafaella Carrá en el salón 
A.C. (Ally Cornwell) se hizo una cola de caballo y sacó comida basura y unas cervezas. Su marido, como adiestrado, hizo un calimocho de Don Simón profesional y se quitó la camisa, dejando ver una camiseta de Extremo’97 que llevaba debajo. China Town se quitó las lentillas y se puso unas gafas vintage y se pintó un lunar como el de Concha Velasco. Su marido la palmeó el trasero y empezó a silbar estilo bakalao. La luz se atenuó y comenzó asonar “Laura no está”, de Neck. Y de ahí a la perdición. Diversión, risas, bebida… Hasta que uno de los críos se despertó a las 8,30. Entonces recogimos y nos fuimos a casa sin pensarlo más.

No sé qué fue más surrealista de todo. Los críos. La discoteca de media hora. O el lunar de China Town rodando por el ascensor a la salida.