"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


4/20/2016

La primera vez que me colé en la disco... Parte I

Muchos sois los que me escribís rogando que vuelva a publicar las secciones del Fanzine de Gavilán Palomo que publicaba en fotocopias a principios de este siglo. Y la verdad, es que hay mucho material que merece la pena compartir con los seguidores del blog que no pudieron leer aquel fanzine de Kutrelux Ediciones.

Hoy os dejo con el apartado de las preguntas. Cada semana lanzábamos una pregunta a los seguidores, y ellos respondían para verse publicados. Esta pregunta en especial trajo cola. Tanta, que mañana publicaré la segunda parte con más respuestas, pues no tienen desperdicio. Aquí va:

¿Cuándo fue la primera vez que te colaste en una disco?
Pachá, Green, Navy, Morasol… Nombres tan conocidos como pasados de moda, ¿estamos de acuerdo? Pero, ¿no significaron acaso el comienzo de una época dorada en la que empezamos a consumir cubatas, Martinis y San Franciscos? ¿En la que se llevaba el “quieres rollo” y ni siquiera existía el botellón? ¿En la que creíamos saber bailar pero éramos potantes? Veamos lo que nuestros lectores y colaboradores tienen que contar al respecto…

Los pantacas de la cremallera oxidada
que aún guarda la madre de China Town
en los altillos de su casa.
La primera vez que entré en Navy era 1991, y yo llevaba unos vaqueros de mi madre de 20 años atrás. Aquellos vaqueros eran lavados a la piedra, medio grises y asfixiantes. Era el final de octavo, verano casi. Cuando me acerqué al portero de Navy con tanta cara de vieja como pude, incluido relleno pectoral de papel higiénico, me dijo “llevas la bragueta abierta, y no es pequeña”. ¡Era cierto! La cremallera estaba oxidada, traté de subirla ante la gente, llena de vergüenza, mis amigas me odiaban por hacerles esperar y tenerlas más aún en vilo, el capullo del portero se meaba de risa con disimulo, y no decía ni pasa ni quédate. Al final me dijo “anda, pasa”. Yo me cagué en mi madre, que fue la que me animó a ponérmelos, y entré a la disco con menos ganas que nadie. Me tomé un Martini, no bailé, no conocí a ningún cerdo, y me volví a casa. Tampoco me comí ninguna rosca aquel año.
Fdo.: Chinatown
PD: a partir de aquel día se me repitió un sueño fantasmal: el portero de la disco trata de subirme la cremallera fallidamente, y después de él, toda la calle hace cola para subir la maldita cremallera oxidada… tres años más tarde, los sueños cesaron, yo estaba buenísima y aquel trauma se me olvidó.

La primera vez que me colé –o que traté de hacerlo– en una disco, fue en mi pueblo, Retruécano del Molinar. La disco era de mi tío abuelo, por lo que, aparte de que tenía sólo 7 años, debía tratar de que tampoco se diese cuenta de que era su sobrino nieto, así que decidí ponerme bigote postizo, pelo natural saliendo del pecho por la camisa, tacones de rejoneador, sello de oro en el meñique y un par de calcetines en el paquete. Las tres hostias que me dio mi tío no fueron nada comparadas con el humillante castigo de mis padres de llevarme vestido de esta guisa y con el paquetón el resto del verano, incluso en la piscina.

Fdo.: Paco Pérez (“Paquete” para los colegas desde aquel verano… ahora tengo 44)

3 comentarios:

  1. Mina, por dios, recuerdo perfectamente ese número de la revista, fue el número 6, tengo aún el ejemplar! Estoy deseando que publiques la segunda parte, en que una fan de la revista que firma como MaCU LOcali Ente cuenta la primera vez que se coló en la disco persiguiendo a un tal Pito de Oro.
    Besos al Pipas!

    R.

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    1. Jajaja, sí, mañana trataré de publicar ese episodio y alguno más.

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  2. Soy Christopher Lambert, pero no el actor, sino alguien que se llama igualito. La primera vez que me colé en una disco fue en 1993. En esa fecha la edad legal para beber y entrar en esos sitios era 16, así que yo, con 14 recién cumplidos me acerqué al pub del pueblo con un puro habano de mi abuelo en la boca, y me dejaron pasar. El puro apestaba, pero el garito más aún. Allí sólo estaban los amigos de mi tío Lee, que era alcohólico perdido. Era el único menor de 50 años del local. Y en mi pueblo no había otra cosa, era eso o la tienda de frutos secos y máquina de tetris de Aurorita la coja.

    K. Ga. T. (los nombres de mi relato son ficticios para que nadie me reconozca)

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