"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


1/08/2020

CONCURSO DE MIERDA PARTE III


  No pensé que volvería a participar en un concurso literario después de aquella experiencia de concurso de barrio hace un par de años. Pero ocurrió. Volvía a ser algo como hecho para mí: un concurso de poemas organizado por la guardería de mi infancia, donde sólo podían participar “niños que hubiesen asistido a la guardería Cuchi Cuchi en el año 198…” Aquel era mi curso y los asistentes, sólo cinco niños más. Mi madre trabajaba cuidándonos en casa, pero decía que yo no le dejaba ver Falcon Crest (lo único que le motivaba a vivir en aquel entonces, rodeada de hijos sin saber ni de dónde habían salido).

 En Cuchi Cuchi me enseñaron a beber de la taza, coger la cuchara y comer solita sin macharme, e incluso cambiarme el pañal. Prácticamente salí criada y, al parecer, en aquel concurso, buscaban textos que hablasen de aquella experiencia, como bebé que alcanza la autonomía y está listo para pasar al jardín de infancia.

 Revisé bien las bases y pedían cosas muy concretas: que tuviese, como máximo, tres versos y como mínimo dos; que tuviese, como mínimo, doce palabras y como máximo treinta; que no dijese porquerías; que contuviese todas las vocales… y otra serie de chorradas que se me cansan los dedos de escribir.

Seleccionando volúmenes de la enciclopedia
para escribir el poema de tres versos
 Tras varios días, escribí algo que cuadraba con las bases: mencionaba a la profesora y la canción de Pepito Conejo y contenía los pensamientos de un bebé (yo) de aquel tiempo. No estaba mal para haber utilizado solo 29 palabras divididas en dos versos alejandrinos y otro verso huérfano de una sola palabra como cierre.

 Esperé nueve meses y medio (teniendo en cuenta que éramos, como mucho, seis concursantes) y finalmente un domingo a las seis de la tarde miro por casualidad el correo electrónico y leo: deberán acudir a la entrega de premios del concurso bla bla bla esta misma tarde a las seis y media en el colmado de al lado de la guardería bla bla bla si el ganador no se presenta, el premio, aún no revelado, pasará a ser propiedad de la guardería. 

 Me levanté de un salto y desperecé al Pipas, que había venido de Mirroque a verme aquel fin de semana, y bajamos a toda prisa por la escalera, donde nos encontramos a Paqui, mi vecina, que se ofreció a hacer de taxista. Atravesando los barrios del centro, saltándonos a la torera las restricciones, nos encontramos con dos manifestaciones: una contra el cambio climático y otra a favor de continuar destrozando el planeta para demostrar que sobreviviremos gracias a aparatos estilo buzo que podremos llevar los humanos para respirar y con los que seguiremos viviendo aunque haya desaparecido el ecosistema por completo. Nos entró la risa floja y la llorera en el coche, en parte por los modelitos de la gente, que cada día son más feos, en parte por la incongruencia social y el circo en general, en parte porque íbamos a llegar tarde y perdería la jugosa recompensa. El premio sólo podía ser mío. 

Mina Patuco, el Pipas y un autoestopista que recogieron en la
manifestación, en la parte trasera del Renault 5,
presos de una nebulosa de idiotez generalizada
 Entre aquel histerismo contagioso dentro del Renault 5, surgieron un brainstorming de gilipolleces que me recordaron a mis mejores días en los cursillos de verano de Mirroque de Mar. Paqui se equivocaba de palabras como borracha y decía cosas como “me tiro un pedo” en lugar de “me pego un tiro”. El Pipas, con los nervios, se atragantó con una cáscara de pipa y exageraba diciendo “parad powr favowr que me ahogou” mientras nosotras dos nos moríamos de risa seguras de que era una de sus gracias, hasta el punto de ponerse morado y vomitar por la ventanilla para terminar de convencernos. Yo interpreté una canción de Dyango y Paqui hizo los coros con un sencillo “el premio será betún para los zapatos”. A punto de cumplirse la hora, estábamos aún lejos. Exageramos unos gritos por la ventanilla pidiendo clemencia, pero Paqui exclamó: “¿Y no vive por allí Ruger, el aceitunero de casa?” Me pasó su móvil y me obligó a llamarle para que se acercase en mi nombre y recogiese el trofeo. Ruger estaba terminando de ver Mogambo en la tele, tirado como una colilla, pero al explicarle el asunto, me aseguró que por encima de su cadáver perdería yo el premio de un concurso literario de guardería de barrio. Así lo dijo y así lo hizo, y cuando al fin llegamos al colmado, Ruger nos recibió con una miradita que nos indicaba…



Debo dejar el desenlace de esta historia para el próximo post, ya que éste sobrepasa la longitud máxima habitual, pero os aseguro que no decepcionará, en absoluto.

6 comentarios:

  1. Siempre lo mismo, Mina Patuco! Esto me recuerda al otro concurso, te lo ganó Sánchez Dragó, o uno que se parecía a él. Por favor, revela el dictamen del jurado. Q. Rioso

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  2. Buenas tardes, me llamo Chupaku (madre japonesa, padre español) y soy amigo del Rey. No puedo revelar si es el Rey de España, de Francia, o si es Bárbara Rey, sin embargo, tengo un mensaje de su parte para Gavilán Palomo: "L y yo os leemos algunas noches en la sobremesa de la cena. Nos reímos tanto que perdemos el control y tenemos que echar al servicio porque no es plan de que nos vean así. Felicidades, Mina Patuco, haré lo posible para que Gavilán siga en el anonimato, ya que si no, comenzaríais a parodiarnos como todos".
    Insisto: no puedo revelar de qué Rey se trata. Atte. Chupaku Lazos

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  3. Buenos días, la historia del concurso me resbala, la verdad. Llevo rabiosa desde hace años, cuando cerraron los multicines de Bravo Murillo. Solía ver cine gratis por un ventanuco que había cavado desde mi habitación. No pararé de exigir responsabilidades hasta que los reabran. Curra Biosa

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  4. Soy actor de Hollywood y famoso, no digo más, y entiendo al tal Rey (sea Bárbara o Felipe VI) porque en una ocasión me oriné en la metro (la Metro Goldwyn Mayer) gracias a uno de vuestros posts. P.P. (leído en inglés)

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  5. Me juego una casa que tengo en Campo de Criptana a que Mina Patuco ganó -al fin- el concurso literario del que habla. El apostante deberá jugarse un piso en Benidorm, para estar igualados.  Verdelis Tilla

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  6. Soy payaso y trabajo en el Congreso de los Diputados regalando sonrisas. La cursilada la inventaron unos primos míos que trabajaban allí. Estos días tengo trabajo para rato, hay rostros que por más que les pellizco las mejillas, no hay quien los anime. He llegado a proyectarles cine de Benny Hill y ni por esas. Lo bueno es que yo cobro igual. Os quiere: Papá Yasete

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