"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


1/17/2019

La no despedida

La semana pasada abrí la puerta de casa y me encontré a C. agazapada en las escaleras. 
—¿Qué haces aquí? 
—Tengo que irme a alguna parte el fin de semana —dijo con desesperación.
—Puedes quedarte aquí —me ofrecí. 
—No, me refiero a irnos nosotras, las chicas, de despedida de soltera.
—Pero si ya estás casada.
— Me preguntaba si tú y el Pipas tenéis planes de boda, para irnos a celebrarlo. 
—El Pipas y yo llevamos años jugando al cu-cú tras, así que no sueñes. Seguramente me casaré antes con el hombre de los encurtidos que con él. 
C. comenzó a llorar desesperada.
—Necesito una excusa para dejar a los niños con mi marido y largarme con viento fresco a donde sea...
Me apenó tanto verla así... recordé cómo solíamos ir a bailar y a ligotear en Mirroque de Mar aquel verano del 99, y lo mucho que habían cambiado las cosas. Estaba desbordada con sus dos criaturas, que a menudo le untaban las paredes de crema facial o comían sales de baño con una naturalidad excesiva. 
—Cuenta conmigo –le dije sin pensarlo.
Llamamos a N., a M y a B, con quienes no habíamos hablado desde hacía tiempo, pero quienes, curiosamente se aferraron al plan como si no hubiese un mañana. Estuvimos horas haciendo skype  para decidir a qué lugar lejano iríamos, qué deportes de riesgo haríamos, en qué clubes de renombre bailaríamos... pero finalmente hicimos cuentas y no teníamos ni para coger un autobús a Talavera de la Reina. Nuestro presupuesto era tan ridículo, que ofrecí mi casa para esconderlas de sus familias aquel fin de semana de despedida.
C. embadurnada de crema Cien de Lidl.
N propuso contratar a su vecina esteticiene para que nos diese crema de Lidl y nos pintase las uñas y así empezar a caldear el ambiente. A parte de la reacción alérgica que tuvo C, todo fue de perlas y la vecina, de 16 años, nos dijo que admiraba nuestro espíritu juvenil porque nos comportábamos como "las más pavas" de sus amigas. 
Continuamos la tarde visualizando Bridget Jones uno, dos y tres en mi pc de 1997 y reímos, lloramos, bebimos vino barato y comimos kikos tumbadas en la esterilla del salón, como en los viejos tiempos, cuando quedábamos para ver Sensación de Vivir. N se hizo pis de risa en un momento dado y, aunque nuestra intención era salir a liarla parda, nos quedamos dormidas de una forma penosa hasta la mañana siguiente, en que, para colmo, madrugamos. 
B se restableció como pudo y nos echó la bronca, diciendo que no quedaba de nosotras ni un ápice de aquellas jóvenes salvajes que habíamos sido en algún momento, y nos preguntó si no nos daba vergüenza. Bajó sin decir nada a la calle y volvió con una bolsa gigante de Humana, donde estaba todo a 1 euro, y comenzó a repartir chalecos, botas de flecos, pantalones raídos y otras prendas que nos obligó a vestir al momento. No sé si parecíamos más jóvenes pero por descontado parecíamos algo cochinas, en el sentido tal cual de la palabra. 
—La verdad es que, doce horas lejos de casa y ya no me acuerdo del nombre de mis hijos —afirmó C triunfante. Entonces dio un grito por la ventana y se bebió un té de roibos de un trago, como si fuese tequila. 
C. bailando Chimo Bayo
con un desconocido




Lo que siguió a eso fue música de radiocasette, cigarrillos, espaguetis con orlando y salida al centro. Los bares a los que solíamos ir habían sido sustituidos por tiendas vintage, así que nos metimos en el primer local que encontramos, que era una cafetería vegana. Unos adolescentes nos miraron  espantados y huyeron al instante y el camarero nos advirtió que no tenía alcohol, así que pedimos cinco cafés vieneses, a los que N añadió whisky de una petaca que contenía lo suficiente para salir bailando la conga del local. Hicimos el limbo rock ocupando la calle y algunas almas perdidas nos condujeron a un bar clandestino donde se bailaba salsa lo mismo que Chimo Bayo y cuyo dueño era un egipcio de dos metros llamado Rashid. Bebimos margaritas y mojitos y gentes venidas de la calle se asomaban a ver el espectáculo: cinco chicas de edad indefinida disfrazadas de una mezcla entre Patti Smith y Bárbara Rey, dándolo todo en un bar de muerte. 
Domingo en la Casa de Campo
perseguidas por un enjambre de abejas
Saber cómo llegamos a casa y cómo alguien nos había puesto el pijama fue un misterio hasta que vimos salir del cuarto de baño a una mujer que hablaba con acento brasileño y que nos preguntaba si habíamos dormido bien y quién le iba a pagar la lectura de tarot que nos había hecho a las cinco de la mañana.
Me alargaría demasiado contando los detalles y la jornada del domingo, sin embargo, destacaré que mis amigas llegaron a sus casas en un estado diferente y con energía renovada hasta la próxima despedida que nos tengamos que inventar.
*C. tardó sólo unos minutos en recordar el nombre de sus hijos y el de la madre que los parió, o sea, el suyo propio.

5 comentarios:

  1. En mi despedida de soltero me enamoré de otra mujer y me fui con ella a la cama vestido de altramuz gigante. Cómo eran mis amigos... qué tiempos.

    Marlon Cheado

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  2. Te comprendo muy bien, Marlon. En 1982 decidí casarme con mi novio del instituto, y en la despedida de soltera conocí al batería de un grupo muy conocido de la Movida que nunca revelaré y que me hizo ver las estrellas y conocer el paraíso. A la mañana siguiente rompí con Quique, quien me confesó que me había propuesto matrimonio por convencionalismo y que casarse con 20 años era de locos. Quedamos para hablar del tema y decidimos emborracharnos. Nos reímos y nos confesamos los fallos del otro, lo que no soportábamos, etc al tiempo que bailábamos rock and roll del bueno. Al final de la noche volvimos a enrollarnos como si fuese la primera vez, y tres semanas más tarde volvíamos a estar prometidos, pero de corazón. Retrasamos la fecha de la nueva boda y volvimos a celebrar nuestras despedidas de solteros, pasándome exactamente lo mismo que en la primera, esta vez, con el cantante de Gabinete Caligari (iba muy pedo). Volvimos a llamarnos, a desestimar el matrimonio, a romper, a quedar para hablar, cogernos otro pedo, confesarnos cosas, enrollarnos de nuevo y prometernos. Y esto ha pasado ya 35 veces en nuestra historia como pareja. Ahora, con 43 años y sin habernos casado aún, nuestra relación sigue creciendo y mejorando cada cierto tiempo, del modo que os he contado.
    Hasta nunca
    Clara Boya

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  3. Soy muy fan de Barbara Rey y no sé si hay un cierto rintintín en el comentario del post...
    Aramis Terioso

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  4. Soy taxista y pasan cosas mil veces más sorprendentes en mi taxi que cualquiera de las idioteces que contáis en este blog. Por ejemplo: hay gente que cuando va sola en el taxi practica ventriloquía, incluso hay personas que mantienen conversaciones con su dedo meñique o con su pene (no sé por qué, son las partes preferidas de este tipo de gente). Eso, por poner un ejemplo. Una mujer me confesó en una ocasión que odiaba a su conserje y a la gente con nombres que empezaban por P. Otra vez, dos desconocidos que decidieron compartir taxi en el aeropuerto se lo montaron durante un atasco en la M-30, pero lo más sorprendente era que ella usaba andador y él había hecho la primera comunión hacía pocos años.
    Si me decido a escribir un blog, os aseguro, el vuestro se va a pique.
    Coti Yeo

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  5. Este blog es una farsa. Conozco a Mina Patuco y es una tipa de lo más normal, demasiado normal, diría yo...

    Julen Vidioso

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