"Espinete, ¿te vienes a la panadería de Chema?"
Don Pimpón, 1985


3/03/2017

Concurso de mierda Parte II

   La invitación a la entrega de premios me la dio el propio Alfredo cuando pasé por delante de su portal. "Toma, son meras formalidades" me dijo mirándome ahí mismo y al balcón a la vez, y entregándome un post it con las palabras "entrega de premios en el Bajo 1 esta tarde a las 7" escritas con una letra que ni el niño de cuatro años al que cuido. 
Subí a casa y comencé a prepararme para la ocasión. Como la casa que alquilo pertenece a una anciana que vive en la habitación del fondo, me decidí a hurgar en sus armarios, porque si quería parecer una poetisa no podía ir vestida de Primark, así que encontré un vestido victoriano que me daría el toque para parecer, por lo menos, Virginia Woolf o Emily Dickinson (me daba lo mismo una que otra), vinculándolo con el presente a través de mi melena Cleopátrica y unas bambas victoria que aún conservo de 1992.
Momento del ensayo ante el espejo,
poco después me aflojé el corsé
porque hacía pupa.
   Ensayé un pequeño discurso frente al espejo embadurnada de polvos de talco: "Queridos vecinos del portal 58: el poema lo compuse una noche en que me entró un payaso barbudo al que no pude decirle nunca que, a pesar de haberle besado con pasión en la puerta del Caprabo, no me interesaba. He limado demasiados callos y he trabajado en tantas cosas para llegar aquí, que no puedo creer que vuelva a Mirroque de Mar gracias a ustedes..." Era perfecto, y yo toda una dama.
   Llegué a las 6 al Bajo B, un pequeño local adjunto a la portería para juntas de vecinos. En la puerta colgaba un cartel: "VELADA LITERARIA". Dentro, las nueve personas que había me miraron admiradas y sin conocimiento "anda, el traje de luto de la Reme" le oí decir a Anastasia, la señora de la perrita raquítica del anorack, "y esta, ¿de dónde ha salido?" se atrevió a soltar Alfredo. "Es Mina, la del 5
4" contestó Carmensica, la presidenta, con cierta complicidad hacia mí. 
El atractivo perfil de Haroldo Amat
mientras chupaba un Strepsils
La primera faena fue que aquel conjunto de muermos leyeron el acta de la reunión de vecinos anterior, que duraba 16 páginas, leído por Alfredo, quien releía a veces lo mismo al retomar, sin quererlo, la lectura con el ojo pipa, que le llevaba más arriba una y otra vez. Luego discutieron si arreglar o no el montacargas, y si las propinas de Alfredo se contaban como parte de su sueldo. Todo aquello me quitaba la energía y me reportaba cierto bochorno. Entonces, Alfredo presentó a Haroldo Amat. "Aquí tenemos al famoso escritor novelístico y poeta, Haroldo Amat, más conocido como Harold". Todos aplaudieron rabiosamente, como si la palabra famoso les hubiese sacado de su atontamiento. Harold, que tenía 70 años, cuerpo de 50, cara de 60 y pelo de 80, y que llevaba boina, nos mandó callar y nos hizo una presentación de sus doce últimos libros, un paseo por su vida, sus gustos, sus habilidades y sus frasecitas de vida durante más de dos horas. Luego le entró la tos y   Alfredo le quitó la palabra porque era ya la una y media de la mañana, y anunció que el ganador del concurso era el propio Haroldo. Me pilló casi dormida y recé para que hubiese pasado como en los óscars. "¡Lée bien la tarjeta, Alfredo!" exigí. "No hay tarjeta, Mina, yo soy el jurado, y me sé quien ha ganado. Ha sido él".  Haroldo recogía los billetes de Alsa frente a mis narices empolvadas mientras se introducía un strepsils en la boca. 
   De camino a casa con picor por todo el cuerpo a causa de la naftalina, me entró un ataque de risa y comprendí que aquello era sólo el comienzo de una larga aventura, y que me sentía más fuerte que nunca. El lunes prometo deleitaros con la publicación de Hipster de Turno, el poema con el que no gané. 

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